Lilith se encontraba sumida en un profundo sueño, donde la línea entre la realidad y la fantasía se desdibujaba en un horizonte de paisajes desoladores. En su mente, el Chaco Paraguayo se extendía como un mar de agonía, sus tierras desiertas y secas resonaban con ecos de un llanto que solo ella podía escuchar. Era el llanto de su bebé, quien había dejado este mundo antes de aprender a gritar con la fuerza de la vida, un grito qué fue silenciado sin vacilaciones por un ser tab cruel que debía de protegerlo y quererlo.
El viento en el sueño soplaba con un murmullo señorial, arrastrando sus pensamientos como polvo de una tormenta. Lilith corría por senderos polvorientos, su corazón palpitando en su pecho como un tambor en una danza macabra. Cada paso la acercaba a un lugar que no conocía, pero que sentía como si lo hubiera vivido en otra vida, cuando la esperanza aún coloraba su mundo.
A su alrededor, las sombras de los árboles se retorcían, sus ramas extendiéndose como brazos desolados,