Polina se subió al vehículo abandonando la Mansión Becker de manera inmediata aunque la furia estaba impregnada en sus ojos.
Cuando llega a la mansión Ivanov. Tomó el teléfono con dedos temblorosos. Lo dudó por un instante, pero el orgullo herido de princesa rusa no conoce el silencio. Marcó. La llamada conecta de manera inmediata.
— ¿Polina? — La voz de Marta se escucha cansada y Polina supone que su suegra estaba en algunos asuntos íntimos.
—¿Marta...? —su voz, rota desde la primera sílaba. .Necesitaba convencer a Martha.
Del otro lado, Martha se acomoda un camisón.
— ¿Que ocurre Polina?
—Kamill... ya no me quiere —sollozó Polina, dejando que la desesperación se escurriera sin medida—. Se fue. Se fue a un maldito país y volvió... otra persona. Frío. Vacío. Como si yo no importara. Como si nunca le importé.
Las lágrimas brotaban sin pudor, deslizándose entre sus labios temblorosos. Se dejó caer sobre el diván, con un gesto dramático, de esos que toda hija de un hombre poderoso apre