Capítulo 37. Barragán
Facundo Lancer se sentó en una silla al lado de la recepción y no quiso moverse de ese lugar bajo ninguna circunstancia.
—Está listo el almuerzo. Debe ir al comedor para que le sirvan—, dijo una de las enfermeras que se acercó a Facundo.
Facundo negó con la cabeza y sin siquiera voltear a mirarla.
—No me voy a mover de aquí. Mi hijo está en camino hacia acá para venir a buscarme—, respondió Facundo.
—Muy bien, como quieras...—, dijo la enfermera y se fue—, Viejo estúpido—, exclamó en el pasillo sin importarle que Facundo pudiera escucharla.
Siguieron pasando las horas y Facundo seguía sentado en ese lugar esperando a Félix.
—¿Vas a usar tu hora diaria para ver la televisión?—, preguntó el recepcionista fastidiado, pero eso era parte de su trabajo.
—Estoy esperando a mi hijo—, insistió Facundo.
Llegó la noche y todos los ancianos del asilo comieron tranquilamente, pero a Facundo ni siquiera le preguntaron si quería comer, porque sabían perfectamente la respuesta que daría.
La medi