19. Te llevarás un pedazo de mí.
Apenas comenzaban a vislumbrarse los árboles y los alrededores de la cabaña, Soledad permanecía sentada en el viejo sofá, el mismo en el que tantas veces había compartido silencios con Guardián. El nudo en su garganta no se disolvía, y el peso en su pecho parecía impedirle respirar con normalidad. En poco tiempo, se había convertido en una excelente alumna de Elian, siguiendo sus órdenes sin vacilar, ignorando el dolor, no solo físico, sino también el emocional, que la arrastraba cada vez más al abismo.
Elian, mientras tanto, había ido al bosque a ocultar al soldado herido, atado y amordazado, mientras esperaban lo inevitable: el contragolpe.
El aire en la cabaña era denso, como el de un taller de soldador, pesado y metálico, como si todo hubiera perdido el sentido.
El ruido de varios vehículos rompiendo el silencio del bosque hizo que Soledad apretara los labios con furia contenida. Elian tenía razón, volverían por el maldito soldado, pero más pronto de lo que imaginaba.
Una camionet