La alegría estalló en el pecho de Lucy ante el arrebato de Sawyer. Llevaba toda una semana sin hacerle el más mínimo caso y, al fin parecía listo para liberarse.
No le había creído del todo cuando dijo que pensaba en ella todo el tiempo hacia unos días; pero tampoco lo había hecho nunca.
Sin embargo, allí estaba él, apenas unos minutos después, cumpliendo su palabra.
Lucy dejó de pensar en cualquier otra cosa que estuviera en su cabeza, se recostó sobre las frutas baldosas de la pared y se estremeció anticipando lo que vendría.
Sintió una sola vibración entre las piernas, la cual subió por su cuerpo hasta sus pezones. La pulsación se aceleró y, con ella, su ritmo cardíaco. Abrió las rodillas, deslizó los dedos por su vientre y se dispuso a tocarse al ver que él no movía un dedo.
—Quédate quieta.
Ella se quedó inmóvil, con la mano a medio camino sobre su cuerpo.
—Mira.
Sawyer volvía a ser el hombre dominante y sexy que a ella tanto le gustaba.
La parte caballerosa y atenta de