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El lado más atrevido

Las mejillas de Lucy se encienden ante la proximidad de él. Desde ahí puede sentir su perfume con un tono a madera y un deje a menta.

Sin dudas, también puede apreciar al tacto lo definidos que están cada uno de sus músculos.

Cierra los ojos por un par de segundos, toma una respiración profunda para concentrarse en la tarea que tiene entre manos y, cuando los abre, vuelve a ser la doctora profesional. No puede comer errores, no con él.

No sabe la razón, pero hay algo en ese hombre de ojos azules que la intimida para bien.

Quizás sea su aspecto, o la manera en la que se comporta como si fuese dueño del mundo, pero lo que sea, saca en ella su lado más salvaje, más atrevido.

—Podemos ir al hospital, será mejor para ti que te suturen ahí donde todo es más limpio, un medio esterilizado.

La sonrisa vuelve a formarse en el rostro de Sawyer y su voz suena calmada cuando dice:

—Eso no será necesario.

—Bueno, si insistes... Esto te va a arder un poco, ¿de acuerdo?

—Estoy listo.

Lucy limpia sus heridas antes de presionar el antiséptico sobre ella. Los músculos de él se flexionan bajo los dedos de ella al contraerse.

—Te advertí que ardería.

—No es tan malo, después de todo, tienes tus manos sobre mí.

Lucy aspira bruscamente y siente cosquillas en el estómago. Él se da cuenta y sonríe maliciosamente, pero ella vuelve a concentrarse en la tarea.

Una vez que la herida está limpia y desinfectada, Lucy toma las suturas del botiquín de primeros auxilios.

—No tengo nada para adormecer el área… —empieza a decir ella, pero él la interrumpe.

—No te preocupes por eso. Puedo soportarlo —su voz es firme y segura y no deja lugar a dudas.

Mientras Lucy cose, él la observa de cerca sin quejarse del dolor ni una sola vez. El calor sube una vez más por el cuello de ella.

—Listo, quedaste como nuevo.

—Los puntos son perfectos. Apuesto a que tus pacientes te aman.

—Los niños con los que trabajo… sí. Siempre es más difícil saberlo con los adultos.

—Bueno, te has ganado una estrella dorada de mi parte. —le dice él divertido.

Lucy está a solo un respiro de Sawyer y el silencio se apodera de ambos.

Ella se mueve para alejarse de él, pero la atrae de nuevo hacia sí envolviendo su cintura con el brazo sano.

La chica se ve obligada a apoyar la palma de sus manos sobre su pecho desnudo.

—Ven a casa conmigo —le dice él en un susurro provocador.— Después de todo lo que ha pasado en esta última hora, no creo que seamos unos simples desconocidos.

El corazón de Lucy comienza a latir más rápido que nunca dentro de su pecho y el deseo atraviesa sus venas.

—Los hombres a mi alrededor generalmente no son tan audaces —le replica ella.

—Por lo poco que me has contado, parece que has estado cerca de chicos, no de hombres. Los hombres saben lo que quieren —Sawyer arrastra sus labios sobre la mejilla de ella, su respiración se entrecorta mientras él le susurra al oído— Y cuando YO quiero algo… voy a por ello.

Las palabras de Sawyer todavía retumban en sus oídos cuando ella le da una respuesta.

—Tendrás que esforzarte más para atraparme.

—Entonces acepta ir a casa conmigo y lo intentaré toda la noche.

La piel de Lucy se eriza cuando escucha la voz seductora de él, ronca, llena de deseo.

Por unos pocos segundos, se lo pensó, dudó, pero, de pronto recordó lo que su novio acababa de hacerle y que sus planes eran marcharse a casa a llorar como magdalena junto a una botella de vino, así que, justo en ese momento, tomó la decisión.

—Trato hecho —le respondió con voz decidida.

A partir de ahora no sería más la “Lucy medida”, la chica que hacía todo bien.

Eso no le había traído nada bueno, así que, a partir de ese momento, experimentaría.

Veinte minutos después, entran a trompicones en la espaciosa casa de Sawyer, agarrándose el uno al otro.

En un momento, él la presiona contra la pared con fuerza, sacándole casi todo el aire que estaba conteniendo en sus pulmones.

—Tu ex y tu mejor amiga son unos idiotas por lo que te hicieron. Debí haberlo dicho antes.

Ella envuelve sus manos alrededor de su torso desnudo y lo acerca más, con el calor palpitando en su interior.

Después de todo el forcejeo en el bar, la camisa de él no tenía remedio, así que había regresado sin ella.

—No hables más de ellos. No valen mi tiempo y lo menos que deseo ahora es pensar en eso.

Sawyer rodea la cintura de ella deslizando su brazo por ella de manera lenta y provocativa.

Lucy inhala roble y cardamomo mientras se apoya en el confiado brazo de él.

—Entonces ¿qué deseas? —la voz de él es sensual y gutural— Necesitamos una distracción. Una noche para olvidarnos del trabajo, la familia, o las ex parejas.

—Haces que eso sea fácil de lograr. —logra decir ella a pesar de lo agitada que está su respiración.

—Es fácil cuando estás con alguien que sabe lo que está haciendo.

Él agarra la parte posterior del cuello de ella, inclinando su rostro hacia el suyo. Su mirada se posa en su boca.

—Una noche conmigo te hará olvidar que tu pequeño novio alguna vez existió.

—¿Y qué ganas tú con eso?

—¿En serio me estás preguntando eso? Gano el poder de estar con una de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida, tú. —El estómago de Lucy se contrae con la necesidad mientras Sawyer se inclina cerca, sus labios están a solo un centímetro de los suyos. — Dilo, Lucy. Mírame a los ojos y pídeme que te bese porque una vez que empecemos, no me detendré, así que lo estoy haciendo ahora para el tiempo de pensarlo.

Un suspiro se escapa de la boca de ella, haciendo que su aliento se funda con el de él cuando finalmente le dice:

—Bésame, Sawyer.

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