Del otro lado,

Ya eran las nueve de la noche. No había estrellas en el cielo ni tampoco llovía.

Frente a la comisaría, Gordon miraba hacia adentro, esperando.

Pasaron unos diez minutos, y Ava, todavía con la misma ropa que había usado en el hospital unos días antes, salió de algún lugar.

Ambos cruzaron una mirada silenciosa.

Ava se detuvo y lo observó varios segundos antes de soltar una risa sarcástica y acercarse.

—Gordon, me odiabas tanto… ¿por qué me sacaste bajo fianza?

El rostro de Gordon se ensombreció.

—Ava, te odio. Llevaste las cosas demasiado lejos y no es culpa de nadie más. Mira lo que le has hecho a la familia Ramírez.

—¡Todo es por tu culpa! Si no hubiera sido por ti, ¿cómo habría muerto mi hija? Si no fuera por vengarme de ti, la familia Ramírez no habría llegado a esto.

En ese punto, Ava perdió el control de sus emociones.

Gordon se frotó las sienes, asqueado por el comportamiento irracional de ella. Desde el principio hasta el final, él no le debía nada.

En su momento