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Cuando la abuela Carter vio la dulce sonrisa en el rostro de Eleanor y se dio cuenta de que no estaba molesta, su corazón finalmente se tranquilizó. Con amabilidad, llamó a Eleanor para que se acercara.

—Bisabuela, perdón por hacerla esperar. Me emocioné jugando y se me pasó el tiempo —dijo Eleanor, corriendo hacia los brazos de la señora Carter mayor, afectuosa pero obediente.

Apenas la había conocido dos veces, y ya había conquistado el corazón de la anciana.

La señora Carter mayor sostuvo la cintura de Eleanor, acariciándole los delgados brazos con preocupación. —Mi querida, no esperé mucho. Solo tenía miedo de que pudieras caerte.

Eleanor sabía que la señora Carter mayor se preocupaba por ella y no sintió impaciencia en absoluto. Se levantó y se sentó en la silla junto a la abuela.

Con expresión animada y voz infantil, dijo: —Bisabuela, no me voy a caer. Vi a mi abuela, y a la abuela le gusto.

La señora Carter mayor se quedó momentáneamente sorprendida por las palabras de Eleanor,
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