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El corazón de Sisca se hundió.

¿Habían llamado a la policía?

¿Significaba eso que ya iban de camino a su casa?

Ella había sido tan cuidadosa al secuestrar a Eleanor… ¿cómo podían haberla descubierto?

¡Ya no podía fingir más!

Solo le quedaba apostar y rogarle a Dominic.

Las lágrimas se agolparon en los ojos de Sisca mientras miraba a Dominic en busca de ayuda.

—Dom, ¿cómo pudo la señorita La Rosa asustar a mi padre? Él es un hombre honesto y recto. La desaparición de la hija de la señorita La Rosa no tiene nada que ver con nosotros. Por favor, ayúdame.

Dominic lanzó una mirada a la frágil mujer frente a él y caminó hacia Alessia.

Ella alzó la cabeza con frialdad, esperando el siguiente movimiento del hombre. Su hija aún no aparecía. ¿Acaso Dominic se pondría del lado de Sisca, como tanto temía en el coche?

Dominic entendió la sutileza en la expresión de Alessia, y un destello de enojo cruzó su rostro impasible. ¿Tan poca era su credibilidad a los ojos de esa mujer?

Aunque no le impor