Esa mañana Isabella y Alexander tenían que llevar a los trillizos a una excursión que hacían en la ciudad para niños de su edad, así que estaban todos frente al autobús que los llevarían.
Solo podían asistir los niños. Isabella y Alexander tendrían que quedarse hasta que los trillizos llegaran en la tarde.
Ella nunca había dejado a sus hijos con desconocidos y estaba aterrada, pero sabía que a los pequeños les hacía ilusión, así que lo permitió.
—No te preocupes, mami, ya nosotros somos grandes ¿ves? —le dice Liam poniéndose de puntillas para elevar su tamaño.
—Sí —lo segunda Gael— además mami, nosotros nos portamos bien siempre.
—Y estaremos aquí en la tarde —es Emma la que termina.
Los tres abren sus pequeños bracitos y abrazan a sus padres para luego, salir corriendo hacia el interior del autobús todos emocionados.
—Los he criado para que se marchen feliz sin extrañarme.
Alexander se echa a reír cuando escucha las palabras de su prometida.
—Están emocionados por el viaje, además, n