Cuando abrió los ojos, la luz del sol le dio de lleno en la cara.
Alguien había corrido las cortinas, fue lo primero que notó Adriel, al enderezarse y repasar su entorno.
De pronto fue como si hubieran encendido un interruptor en su cerebro, los recuerdos de la noche anterior le llegaron de golpe.
El beso.
Frunció el ceño ante el recuerdo.
Se incorporó con cautela y se miró a sí mismo; estaba perfectamente vestido. Llevaba la misma camisa, los mismos pantalones del día anterior. No se había cambiado. Así que eso significaba que ese beso no había desencadenado nada más.
Suspiró con alivio.
No sabía por qué, pero le aliviaba bastante el hecho de saber que no se había acostado con Charlotte.
Y no era porque no fuera una mujer atractiva, sino porque…
Adriel maldijo en silencio.
No, no podía seguir siéndole fiel al recuerdo de una mujer que no lo quería en su vida.
Miró nuevamente a su alrededor y le inquietó el hecho de que no recordaba cómo había llegado hasta la habitación.
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