Capítulo 212

Finalmente, sentía que podía respirar con normalidad. Habían pasado varias horas desde que los niños nacieron, pero seguía sintiéndose débil, aunque un poco más recuperada.

Se encontraba recostada en la cama, a la espera de las visitas que sabía, no tardarían en llegar, aunque lo menos que tenía era ganas de ver a alguien.

La puerta se abrió entonces con suavidad y pudo ver a sus hermanos, asomándose.

Se obligó a sonreír.

Siempre era bueno verlos.

—¿Lista para recibir visitas? —La voz de Mateo era cálida, como siempre.

—Adelante —los animó a entrar.

Los trillizos entraron uno tras otro: primero Mateo, con esa energía radiante que nunca se apagaba, aunque hoy parecía más contento que de costumbre; luego Damián, más reservado, pero con una mirada llena de ternura, y, algo más, algo oculto; por último, entro Arturo, quien la observaba con el mismo cuidado que cuando eran niños y ella lloraba por alguna travesura.

—No tienes idea de cómo ha estado todo en casa —comentó su hermano Ar
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