Jade no sabía qué decir, lo único que hacía era llorar sin poder detenerse. En toda su vida jamás le habían levantado la mano, pero ahora Adriel acababa de pegarle y dolía, dolía demasiado. Pero no le dolía tanto el golpe en sí, sino el gesto, el simple hecho de que desconfiara de ella, de haberla condenado sin atreverse a escuchar su versión antes. —¡¿Desde cuándo?! ¡¿Desde cuándo estás viéndome la cara de estúpido?! —siguió gritando, completamente enfurecido. Y ella entendió que tratar de defenderse no tenía sentido.—¿Entonces no dirás nada? —la encaró, mirándola con aquellos ojos desquiciados. Jade bajó la mirada y negó con la cabeza. Su esposo soltó una maldición entre dientes y por un momento temió que fuera a seguir lastimándola, pero en lugar de eso, simplemente la esquivó y salió de la habitación, cerrando la puerta de un fuerte y sonoro portazo.Adriel salió de la casa completamente fuera de sí. Sus ojos no lograban enfocar absolutamente nada, todo lo que veía era rojo.
Jade se quedó inmóvil en el suelo por largo rato, su cuerpo se sentía agarrotado y las lágrimas habían dejado de fluir, pero el dolor en su corazón seguía siendo persistente.¿Qué haría? Estaba segura de que su familia no la había criado para soportar este tipo de maltrato.En parte entendía que Adriel pudiera estar molesto, era capaz de comprender eso, ¿pero pegarle? Eso sí, no lo aceptaría bajo ninguna circunstancia.La joven decidió que era momento de ponerse de pie, se daría un baño y luego pensaría qué hacer. Caminó entonces con lentitud hasta llegar al lavamanos, se miró en el espejo y comprobó que los dedos de su esposo estaban marcados en la piel de su rostro como la representación de una pintura cruel.Se mordió el labio inferior y se acarició la zona afectada, comprobando que apenas y le dolía. Jade sacudió la cabeza y decidió que se daría una ducha, de pronto se sentía demasiado cansada y solamente ansiaba dormir. Quizás el sueño podría llevarse todos sus males por un mome
Jade tenía dos opciones: número uno, decirle a Adriel que estaba embarazada o, número dos, actuar como una chiquilla inmadura y llevarse esa verdad consigo. Se había estado inclinando mucho por la última opción en esa última hora, pero sabía que su madre no había criado a una cobarde y que lo más sensato era dejar las cosas claras entre ellos antes de decir adiós.Indudablemente, no podía seguir adelante con este matrimonio, pero eso no implicaba que no le permitiría a Adriel ser un padre presente en la vida de su hijo.Así que eso fue lo que la motivó a alistarse y salir con dirección a la empresa de su marido. Llevaban varios meses de matrimonio y recién comprobó que aquella era la primera vez que colocaba un pie en la empresa Meier. No tenía idea de si los trabajadores la reconocerían como la esposa del jefe, pero aquí estaba, de todos modos, esperando que no le impidieran el acceso.—Hola —le sonrió a la recepcionista con una de sus cálidas sonrisas. En realidad, no estaba de h
—¿Qué dijiste? —preguntó Adriel con una expresión de incredulidad marcada en toda la cara. Era evidente que no había esperado escuchar una petición como esa de su parte, pero no le importaba, no pensaba retractarse. La decisión estaba tomada. Quería el divorcio y eso era un hecho definitivo. Nada ni nadie le haría cambiar de opinión. —Lo que escuchaste, Adriel. Quiero el divorcio —repitió con altanería, alzando la voz para que así aquella insulsa secretaria la escuchara bien. Ella no era una mujer que estaba dispuesta a aceptar que su marido le fuera infiel. Sabía muy bien lo que valía y lo que quería en la vida, y el respeto, eso era lo mínimo que esperaba. Su marido la tomó del brazo bruscamente y la jaló hacia el interior de la oficina, quizás, renuente a permitir que armara un escándalo. Jade se removió con furia en medio de su agarre, mientras Adriel la soltaba y daba un paso atrás, comprendiendo que su tacto no era bien recibido por su esposa. Y desde luego que no lo se
Esa misma noche, Jade hizo su maleta y se dirigió a la casa de su madre, quien, en un inicio, se mostró bastante sorprendida, pero luego únicamente la abrazó como si acabara de recuperar a su hija perdida.—Jade —gimió Natalia y las dos se quedaron así, juntas, apretándose fuertemente la una a la otra, mientras lloraban—. ¿Qué pasó? ¿Dime qué pasó?—Nada, mamá —negó Jade, mientras derramaba más lágrimas. Pero era evidente que algo le sucedía, así que su madre insistió un poco más. —No mientas —le regañó alejándose un poco para verla directamente a la cara—. De no ser nada, entonces no estarías aquí, en la puerta de nuestra casa, con una maleta y cubierta de tantas lágrimas. ¿Dime qué te hizo Adriel? ¡Dímelo ya! —le apremio, sintiendo un fuerte impulso de defender a su hija de quien sea. No le importaba si la persona en cuestión era el hijo de una de sus amistades, ni mucho menos si lo había considerado también como un hijo durante años. Si Adriel le hacía daño a Jade, entonces lo pag
—No me iré de aquí sin ella —rugió Adriel de vuelta. —Sí, te irás de mi casa inmediatamente —le dijo Fabián acercándose y tomándolo del cuello de su camisa para inmovilizarlo. Pero el muchacho no estaba mirándolo, sus ojos seguían fijos en Jade como esperando que se retractara de sus palabras anteriores. Pero la chica no lo hizo. Ella esquivó su mirada y entonces supo que estaba solo en esto. Y que si quería llevársela, tendría que ser por las malas. No había otra manera.En ese momento, los ojos de Adriel regresaron a los de su suegro. Ambos hombres se miraron fijamente y, el más joven, simplemente colocó su mano sobre la del mayor y lo apartó del cuello de su camisa de un tirón.—Jade, ven ahora mismo y no hagas esto peor —amenazó dejando las palabras en el aire. Pero las implicaciones eran bastantes simples: si no vienes, me olvidaré de que es tu padre. Jade lo observó horrorizada. ¿Adriel no sería capaz de…?—¿Cómo te atreves a…?Pero antes de que Fabián terminara esas palabras
Cuando su esposo finalmente desapareció de la propiedad, Jade se desplomó en los brazos de su madre, completamente sin fuerzas ni energías. Lo único que quería era llorar durante horas e intentar borrar el horrible momento que había presenciado. Pero eso, aparentemente, sería imposible. Aquella imagen grotesca de su padre y su esposo peleando quedaría grabada por siempre en su memoria. Recordándole, día a día, el tipo de hombre que era Adriel, y si bien no lo amaba, siempre lo había querido como un amigo. Su padre intentó averiguar en profundidad el motivo de la ruptura que la llevó hasta la puerta de la casa de su niñez, pero Jade no se sentía en condiciones de hablar ni mucho menos revivir lo abrumador que habían sido sus últimos días. Además, los motivos sobraban luego de presenciar aquel despliegue de violencia y engaños recién descubiertos. Adriel había sido capaz de poner en riesgo la integridad de su familia por el simple hecho de tenerla consigo. Aparentemente, su esposo no
Jade estaba acostada en la cama, convertida en un manojo de nervios cuando recibió una visita inesperada. —Cariño —llamó su madre con suavidad a la puerta.—Mamá, no estoy de humor en este momento —le dijo con cansancio—. Así que, por favor…La verdad era que la chica estaba un poco harta de todo. Su madre no había dejado de repetirle que todo estaría bien y que, si bien un embarazo múltiple era bastante complicado, con la ayuda especializada podría llevarlo a término sin el menor de los problemas. Pero eso no era precisamente lo que a ella le preocupaba. ¡Santo cielo, simplemente no se sentía lista para ser madre y, mucho menos, madre de tres bebés! «¡Tres!», pensó cada vez más horrorizada.Aquel era un número demasiado alto para una chica tan joven como ella. Ni siquiera sabía si su cuerpo iba a poder con tanto.—Tienes una visita —siguió diciendo su madre y Jade se puso inmediatamente de pie. ¿Visita? ¿Acaso era Adriel? Negó con la cabeza, sintiéndose repentinamente tonta, po