Natalia tuvo sus reservas ante la idea de llevar a sus hijos a la cena de la madre de Fabián, pero sintió que esta era una oportunidad de oro para presentarle sus pequeños al hombre en cuestión.
Realmente en su mente pareció ser una buena idea, sin embargo, se encontró rápidamente arrepintiéndose de su torpe decisión.
—Niños, saluden a Fabián Arison —les indico a los pequeños cuando el hombre fue a buscarlos a la puerta de la habitación.
Natalia le había pedido que subiera personalmente, ya que necesitaba hacer las presentaciones pertinentes antes de emprender el viaje con destino a la cena de su familia.
—¡Hola, señor! —dijeron los niños al unísono con un tono educado e inocente.
—Un gusto —respondió Fabián con voz seria, como si en lugar de estar conociendo a un trío de chiquillos de cuatro años, estuviera saludando a algún empresario de renombre.
Natalia le dio un codazo nada disimulado y lo alentó con la mirada a que fuera un poco más afectuoso.
—Me alegra finalmente conocerlos,