Tras mi renacimiento, nunca más nos veremos
Tras mi renacimiento, nunca más nos veremos
Por: Laura
Capítulo 1
En la entrada de la fiesta había un letrero bien visible:

—Valeria Ortega y la Cucaracha, prohibido el ingreso.

Valeria Ortega, eso era yo, aparecía al lado de “la Cucaracha” y, sin embargo, sonreí.

Porque había renacido.

Hoy era la mayoría de edad de Fernando Torres. En mi vida pasada, ese día él me humilló públicamente.

Él era el Alfa heredero de la Manada Bravo, pero yo, simplemente una huérfana Omega rescatada en la guerra de manadas.

Cuando éramos niños, en nuestros juegos de casa, él aseguraba que yo sería su compañera destinada, prometiendo la ceremonia más solemne en el ritual de la Luna.

Durante años, me cuidó en todo momento, llenándome de esperanzas sobre el futuro. Pero todo cambió cuando él tenía catorce años y apareció su hermanastra, Mariana Cruz.

Gracias a la compasión de la Diosa Luna, aunque había un abismo entre nosotros, nuestros lobos nos guiaron para reconocernos.

De repente, se desató una lluvia torrencial. Al verme en la entrada de la fiesta, sus amigos se interpusieron:

—Valeria, regresa. Fernando dijo que no puedes entrar.

Esbocé una sonrisa.

En mi vida pasada, me quedé toda la noche bajo la lluvia esperando que él ablandara su corazón.

Pero terminé herida por sus guardianes lobunos y perdí el conocimiento durante dos días.

El padre Alfa de Fernando, al enterarse, se enfureció y lo amenazó para que hiciera el contrato de pareja conmigo cuanto antes.

Esperé dos años por aquella ceremonia. Gasté un tercio de mis ahorros personales para organizar la boda. Pero el día del contrato, su hermanastra Mariana se suicidó bebiendo veneno de lobo.

Fernando fingió que nada había pasado y continuó con la ceremonia, pero tras el contrato no me tocó. Me engañó diciendo que había fracasado en una inversión y debía veinte millones, que no quería que el Alfa supiera y cancelara su derecho de sucesión, y me pidió ayuda.

Entregué mis ahorros restantes y mi tarjeta de nómina, incluso busqué trabajos extras para ayudarlo.

Pero él, después de marcarme, pasaba la noche con otra persona, haciendo sufrir a mi loba cada noche. Le pedí terminar el contrato incontables veces, pero él siempre se burlaba:

—Mujer malvada, no creas que vas a salir huyendo. Vas a pagar mi castigo por siempre.

Al final, incluso me acusó de asesinato, obligándome a enfrentar la tortura máxima de la manada.

Fue al borde de la muerte cuando supe que él creía que yo había envenenado a Mariana. Pero el destino me dio una segunda oportunidad.

Ahora soy libre. Esta vez, no me humillaré rogándole amor. Voy a vivir para mí misma, manteniéndome lejos del tirón de mi compañero destinado.
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