Capítulo 8
Mirando su hipocresía, sentí náuseas. Aparté su mano bruscamente:

—No finjas preocuparte por mí.

Martina, débil, casi se cae pero Diego la sostuvo, preocupado:

—¿Por qué eres tan tonta, siempre pensando en los demás?

Mario, junto a Martina, me miró con desprecio:

—¡¿Ves, hermana Martina?! ¡Es una malagradecida! Te preocupaste por ella toda la noche, nos trajiste temprano a buscarla, ¡y ahora quiere maldecirte con la muerte!

Intenté explicar, resignada:

—La urna no es para ella...

Diego se rio con sarcasmo, como anticipando mis palabras:

—No me digas que la urna es para ti. Solo Martina creería eso. ¿Comprando una urna para dar lástima? ¿Crees que volveremos a creerte?

Palidecí, sujetando la urna con los nudillos blancos:

—La urna es realmente para mí, crean o no.

Como era de esperar, nadie me creyó. Madre, autoritaria, señaló la urna:

—O tiras la urna y te disculpas con Martina, ¡o no vuelves a esta casa!

Pero esta urna es realmente mía, la elegí con Antonio. Tiene grabado su mensaje.
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP