Cubrí la boca de Antonio, quejándome suavemente:
—Por fin me liberé de esa familia, ¿por qué sigues hablando de ellos? Si viven o mueren ya no es mi asunto.
Me recosté junto a él, cerrando los ojos para sentir la brisa de la montaña, y sonreí radiante:
—Ahora solo quiero vivir para mí. He fracasado bastante en esta vida, sin amigos, siempre siendo la no elegida. Antes pensaba que era el fin del mundo. Pero pensándolo bien, vivir siempre tiene un sentido. Al menos el cielo me permitió conocerte. Solo pensar que después de morir, alguien en este mundo me recordará, hace que tenga menos miedo.
Por la noche, bajamos juntos la montaña. Cuando me cansé, me llevó en su espalda. Le pregunté:
—Antonio... dijiste que tampoco tenías familia, ¿por qué?
Sentí que se tensó. No podía ver su rostro, pero lo escuché decir:
—La noche que fui a buscarte era el funeral de mi abuela. Era mi única familia. La despedí con mis propias manos.
—¿Y tus padres?
—Murieron en un accidente cuando era pequeño. Mi abu