La voz suave llegó a sus oídos, interrumpiendo los recuerdos de Daniel.
Estrella ya había llegado frente a él, mirándolo con sus hermosos ojos.
Daniel tosió ligeramente y dijo:
—No pasa nada. Marcela ya salió del hospital, te llevaré a verla.
Los ojos de Estrella se iluminaron y asintió. Justo cuando estaba por dirigirse al asiento trasero, Daniel de repente abrió la puerta del copiloto.
—Siéntate adelante.
—¿Ah? —Estrella se quedó pasmada—. ¿Hoy no maneja Miguel?
—Tenía otros asuntos que atender, yo manejaré.
El hombre dijo con su voz grave.
Estrella miró el asiento del copiloto, dudando un poco.
—Tío, mejor me siento atrás.
—Siéntate adelante para ayudarme a ver el camino.
Daniel respondió con indiferencia.
—Ah, está bien.
Estrella suspiró aliviada en su interior y se subió al auto.
Cuando se cerró la puerta, Daniel vio que Estrella tiraba con fuerza del cinturón de seguridad.
—¿Qué pasa?
—No puedo jalarlo.
Estrella tenía una expresión de total desamparo, sintiéndose al borde de las