El rostro de Juan cambió varias veces antes de responder:

—Tú fuiste la primera en actuar, yo no pretendía lastimarte.

—Siempre tienes excusas —dijo Estrella con una sonrisa sarcástica, como si ya hubiera anticipado su respuesta, aunque en el fondo no podía evitar sentirse triste y decepcionada.

Juan, al encontrarse con su mirada, se sintió culpable, pero rápidamente frunció el ceño y sus ojos volvieron a llenarse de sospecha.

—Ayer estabas perfectamente bien. ¿Por qué de repente fuiste al hospital tan tarde en la noche?

—Gracias a tu querida asistente Diana. Ella agarró mi herida y apretó a propósito, haciendo que se abriera. Por eso la aparté, pero tú solo te preocupabas por ella, ¿cómo ibas a ver mi herida sangrando?

Su voz estaba llena de sarcasmo, haciendo que el rostro de Juan cambiara instantáneamente.

Con razón había reaccionado tan fuertemente cuando Diana la tocó ayer.

—¿Por qué no me lo dijiste en ese momento? —preguntó frunciendo el ceño.

Estrella soltó una risa despectiva