Brumeclair era una ciudad en las montañas por lo que cuando llegaba invierno este era frio. Y hoy había caído granizo.
Llevaba una camiseta térmica de lana pegada al cuerpo, un chaleco y, por fuera, un abrigo largo que casi me llegaba a los tobillos. Aun así, el frío me hacía temblar.
Yo siempre desde chiquita fui sensible al frío, pero después de mi accidente, aún más.
Aun así, a pesar de estar temblando, tenía tan buen ánimo que casi que caminaba dando saltitos.
Llegué al registro civil y, al ver que aún faltaba bastante tiempo, entré a una cafetería cercana.
Me senté en una silla junto a la ventana, pedí un café y un sándwich para desayunar y, mientras comía, me dediqué a admirar el paisaje nevado.
Desde siempre, el frío me ha dado escalofríos, pero, al mismo tiempo, adoro los días nevados.
Poner fin a este matrimonio tan tormentoso en un día friolento, mi clima favorito, y empezar una nueva vida… Viéndolo bien, esto solo podía ser una buena señal.
Justo cuando terminé mi desayuno,