Samantha se asomó detrás de la esbelta figura de Martín. Lentamente se sacó la capelina y miró hacia adelante con una seguridad apabullante a todos los accionistas y luego, posó sus ojos azules sobre Javier.
Él estaba estático. La sorpresa no lo dejaba reaccionar.
El murmullo que se había formado entre los accionistas se disolvió como un eco ahogado. Solo se escuchó el zumbido del aire acondicionado y el latido acelerado de más de uno en esa sala.
Javier se puso de pie con lentitud, como si su cuerpo necesitara tiempo para asimilar lo que sus ojos veían.
La mujer que avanzaba hacia él no era la misma que recordaba. Había en su porte algo imponente, casi intimidante. El vestido sastre beige abrazaba su figura con la precisión de una armadura. El sombrero, la mirada… la postura, todo en ella gritaba poder y revancha.
—¿Qué clase de circo es este? —dijo finalmente, con voz tensa. Mirando a la joven y al abogado.
Martín iba a responder, pero Samantha lo interrumpió.
—El tipo de circo don