Apenas vio la imagen… Danika comenzó a colapsar.
Su pecho se agitó con fuerza. Los ojos se le abrieron con desesperación y un acceso de tos la sacudió por completo. El monitor cardíaco empezó a marcar irregularidades, y su piel, ya pálida, perdió aún más color. Olimpia se acercó de inmediato, aterrada, sujetándola por los hombros mientras las lágrimas le recorrían el rostro.
—¡Nika! ¡Danika! —gritaba con desesperación—. ¡No me hagas esto, por favor!
Pero Danika ya no respondía. Sus ojos se cerraron lentamente… y un segundo después, perdió el conocimiento.
—¡LINCOLN! —gritó Olimpia, fuera de sí—. ¡LLAMA A UN DOCTOR! ¡AHORA!
Lincoln, paralizado por el impacto, apenas podía moverse. Pero al escuchar los gritos y ver el cuerpo de Danika desvanecerse, reaccionó de golpe. Salió corriendo al pasillo, gritando por ayuda, con el corazón a punto de estallar.
En cuestión de segundos, el equipo médico entró a la sala. Olimpia no se separaba de Danika, pero los doctores la empujaron con cuidado ha