Su traspié dio a Emma la oportunidad de continuar minando su confianza. Debía aprovechar esa mínima ventaja y volver toda la situación en su contra o estarían perdidos.
—Escupirá en tu rostro, al igual que el mundo entero cuando se sepa la atrocidad que has cometido con nosotros —le advirtió de forma cruda.
Al escucharla, Barbara comenzó a reír a carcajadas.
—Eso no me importa ya, ¿sabes por qué? Porque su castigo será aún peor que el mío, no te matare. Ustedes vivieran el resto de sus vidas sabiendo que fueron los culpables de la muerte de su hijo; que por su egoísmo él tuvo que morir. No soportarán la sola idea de estar juntos, porque siempre que se vean recordarán este momento y no volverán a ser felices nunca —le presento un escenario que le aterraba hasta lo más profundo del alma.
—Si te atreve a hacer eso te matare con mis propias manos, te lo juro Bárbara. No me importara ensuciarme las manos con tu sangre, tenlo presente —le advirtió Emma con toda la furia contenida que tenía