Sabrina me mira sentada desde el borde de su cama.Su reflejo claro y pensativo, mientras me observa con los brazos cruzados y su rostro ligeramente ladeado, me está poniendo de los nervios. Dejó la barra del labial sobre el buró, atuso mi cabello corto, que está justo a pocos centímetros de mis hombros, y me paso la mano por la tela del vestido azul marino ajustado con escote asimétrico. —¿Qué tal? — pregunto, volviéndome sobre mis tacones de infarto. —¿Te digo la verdad o miento? Blanqueo la mirada y me dirijo al tocador para empacar lo necesario en mi diminuto bolso de mano. —La verdad. Siempre la verdad — respondo, dándome un repaso de nuevo en el espejo y acomodando la corta y delgada gargantilla de oro blanco, con el colgante de una solitaria y pequeña estrella.Me gusta mirarla. Mucho más porque él me la ha regalado. Es un toque especial que pienso llevar a la fiesta de hoy con orgullo. Es la respuesta a mi propio pequeño secreto. Una señal que llegó hace algunas noches en
Three está a rebosar de personas. Todos entusiasmados bailando en la pista, con la música a alto volumen, o bebiendo por la celebración que se lleva a cabo. Me paseo por la orilla del segundo piso, sosteniendo una copa de champán en una mano y pasando los dedos sobre la barandilla de metal pulido con la otra, mirando atenta la pista de cristal y luces de colores intermitentes que cortan el rostro de las personas eufóricas que bailan, gritan y ríen. Suspiro pesadamente, por enésima vez, a la vez que me detengo a la mitad del piso. Las conversaciones aquí arriba son variadas y energéticas, pero no me apetece unirme a ninguna. Es más, las ansias que he traído se han multiplicado, al igual que las llamadas de Tristán. Miro a mi alrededor y camino a la terraza, donde hay algunos pequeños grupos que disfrutan la fiesta bajo la noche estrellada. Todo es glamour y furor, pero para mí se ha resumido a los nervios. No he podido verlo aún, pero sé que está aquí porque he escuchado hablar de é
M¡erda. ¡Reacciona, Claire!Mi cuerpo está paralizado, el miedo me invade. El horror me consume. Intento mirar a mi alrededor, a ambos lados, pero todos se encuentran detrás de nosotros hablando animadamente, nadie está cerca. Quiero gritar, en serio quiero hacerlo, pero nada en mí coopera. Mi respiración agitada, un nudo en mi estómago y mi corazón golpeando mi esternón con tanta rudeza que creo que terminará por escapar. —He estado viéndote pasear. Estabas tentándome, nena. Estabas pidiendo esto a gritos, ¿no es así? — él aprieta mi pecho, robándome un jadeo. Intento apartarlo, alzo las manos para empujarlo, pero él malentiende mi movimiento y separa la otra mano del barandal para meter su mano bajo el dobladillo de mi vestido y tocarme por encima de las bragas. —Basta — me remueve, inquieta. No lo quiero tocándome. No quiero sus dedos en mí. —¡Basta! — exhalo, con las lágrimas desgarrando mis cuerdas vocales. —¡Quédate quieta, pequeña puta de m¡erda! — exclama en mi oído.
Despierto y me incorporo de golpe. ¡Maldita sea! ¿De dónde ha salido eso?Me aparto el pelo de la cara y lo primero que hago es tocar con celeridad mis brazos, mis piernas y mi cabeza. Suspiro aliviada. Estoy bien, estoy entera, estoy a salvo. Aún así, el corazón me late con fiereza y me toma un largo instante intentar volver a la normalidad, sin que me tiemblen las manos por tremenda pesadilla. Era un accidente. Pero ¿qué hay de todo lo que mi mente trajo consigo?No tiene sentido alguno lo que he soñado. Yo no estuve en ese evento, es más, no conocí a Luc hasta después de eso. Entrecierro los ojos y atraigo las piernas a mi pecho. Me esfuerzo por recordar lo que acabo de soñar, cualquier detalle que me haga sentido. ¿Conocí a Sabrina? Sí, era mi compañera de cuarto. Pero, ¿por qué me miraba de esa forma? Es más, sé que hablamos en el sueño, o esa mujer lo hizo, pero no puedo recuperar el fragmento de lo que me dijo. Pienso un largo rato, revolviendo mi mente y rescatando fragme
Lisa y San me ponen al día de las citas de la tarde, pero apenas las estoy escuchando pues toda mi atención está en el hombre que sigue fuera, sentado sobre el capó de mi auto jugueteando con su móvil. Su pelo negro con corte degradado brilla ligeramente bajo el sol. Aún lleva los benditos lentes de sol y su cuerpo se ve grande y trabajado encima de mi auto. Podría fácilmente sacar mi cámara y pedirle que haga una sesión de fotos para el calendario. ¿Será que para cuando llegue a la temporada de verano estará sin nada más que con bóxer posando? Se me suben los colores a la cara al pensarlo. Invierno totalmente abrigado y serio. Otoño, reflexivo. Primavera, con un toque de ternura. Verano, liberador y caliente. ¡Maldita sea! Debo concentrarme en cosas importantes. Sacudo ligeramente la cabeza para borrar esos pensamientos indebidos. Al final, termino asintiendo y sonriendo sin enterarme de lo que me han dicho. ¿Cómo puedo quitármelo de encima? ¿Será bueno viajar con él
—¡Que sí! — contesto exasperada —. Dilo ya. La verdad es que no, pero debo tener lo máximo de información posible. Ya bastante difícil es mantenerme cuerda por mi cuenta, como para, además, quedarme con las dudas. Él parece vacilar, mientras ladea y aprieta un poco los labios. —Como digas — suspira —. Bien, lo primero que hicimos fue hablar de lo que pasó por la tarde. Me disculpé, pero eso ya lo sabes, ¿cierto? —Claro que sí — miento. Carraspea una vez y luego otra y se lleva una mano a la garganta. —Me dio sed — anuncia y me mira de soslayo. —Bien por ti. Suéltalo. —¿Podrías darme algo de beber? — pregunta, desviando la conversación. —No, dime — me cruzo de brazos. —Te diré — carraspea de nuevo —. Pero en serio, necesito beber algo ahora. Frunzo el ceño. Lo está haciendo a propósito. —La bolsa está atrás, puedes alcanzarla — respondo de malas y miro al frente. Un auto rojo va por delante de nosotros. —Verás, estoy conduciendo, no puedo estacionar a un lado de
Hace frío. Miro el cielo oscurecido, repleto de nubes y me estremezco. La noche ya ha caído sobre la ciudad y el frío de invierno se anuncia despiadado.Llevo un poco más de dos horas frente a su nuevo hogar. Ya no siento los dedos de los pies y mis manos están corriendo el mismo riesgo. Doy pequeños saltitos en el lugar, intentando mantener mi cuerpo en movimiento. Siento las mejillas entumecidas y la punta de la nariz fría. Me llevo las manos enguantadas a la boca y exhalo sobre ella intentando darles algo de calor. Luego, acomodo bien mi gran bufanda para hundir un poco más el rostro. Saco el móvil para consultar la hora: ocho y cincuenta. Es tarde, teniendo en cuenta que su avión arribó hace tres horas a la ciudad. Pero eso no hace que esté menos nerviosa. A principios de semana viajó a Los Ángeles, junto con su banda, para firmar con una disquera. ¡Dios! Eso me emocionó entonces y también me emociona ahora. Está haciendo sus sueños realidad y me encanta. Verlo cantar sobre u
Abro los ojos de sopetón y mi corazón se dispara cuando la primera imagen que veo, es el rostro de Luc sobre el mío, a pocos centímetros. Estudio sus ojos que me observan sorprendidos, en silencio, antes de alejarse y volver a su lugar. Me incorporo de golpe y me paso una mano por el pelo, todavía algo confundida con lo que acabo de soñar. Otro sueño al que no le encuentro sentido y que, una vez más, trae consigo el desagradable sentimiento de pérdida y la maldita confusión.—¿Dónde estamos? —pregunto mirando a mi alrededor, desorientada. —Tranquila —toca a mi hombro, pero en un acto reflejo me alejo. Parece verme incómoda, porque aparta las manos. — No hemos llegado aún. Falta un poco, pero quería despertarte antes… no parecías estar teniendo un buen sueño. Hay preocupación en su voz, pero no puedo mirarlo. No quiero hacerlo, porque el inconfundible dolor que sentí por la mañana ahora atenaza y estruja más mi corazón. ¿Qué es todo esto? No son cosas he vívido, pero, ¿por qué apar