Un Horacio apasionado, ardiente, voraz, intensamente voraz por primera vez, Aida llegaba al clímax en ese instante, él le seguía aferrándose a su cuerpo, por segundos veía los ojos de su amada Aida, y luego aquellos profundos ojos que la miraban con extremo placer mientras susurraba palabras que le hacían perder la cordura y la razón.
-Horacio, no deberías detenerte…esta noche es toda nuestra-.
-La noche es toda nuestra cariño-.
Aida se aferraba a su cuerpo, se sentía renovada, pero inquieta, aunque quizás no era necesario estarlo.
-Ven vamos a el estudio, allí podemos continuar, además no perdemos nada, nuestra relación debe salirse de estas cuatro paredes-. Horacio miraba ahora a la puerta de la habitación con cierto juego en su mirada.
-Cariño me parece muy llamativa la propuesta-.
Se colocaron sus salidas de baño, y de la mano bajaron por la escalera procurando hacer el ruido menos posible… Horacio tropezaba sin querer con el neceser de Aida que ahora caía de cabeza.
Sus risas joc