Castor se adelantó al guardia que flanqueaba la entrada de los equipos, mostrando su credencial con voz firme.
—Soy parte del staff médico. Necesitamos entrar. Hay una alerta por un menor. Él está aquí. Se terminó.
El hombre más confundido que convencido, les permitió el paso con un gesto escueto, con ver el rostro de Xavier fue suficiente para ceder. Abrió la puerta con un gesto seco y añadió con voz cargada de desconfianza.
—Pasen.
Sophia cruzó el umbral sin aliento.
Pero apenas cruzaron el portón del estadio y empezaron a recorrer el pasillo, dos policías uniformados se interpusieron en su camino.
—¡Alto ahí! —bramó uno, joven y nervioso, con una mano en el cinturón donde colgaban sus esposas.
El otro, de rostro curtido y gesto de hastío, alzó el intercomunicador.
—Tenemos que detenerlos. Avisaron que estaban implicados en el secuestro de un menor —dijo, apuntando a Xavier, que al instante se pegó más al costado de Sophia.
—¿Qué? —exclamó Sophia, con una indignación que le ardió en