La luz de la mañana se derramaba por los ventanales del penthouse, bañando la suite principal en un brillo dorado y lujoso. Pero Alexander y Camila no tenían ojos para la vista. Él la despertó no con un beso, sino con la sensación de su cuerpo pesado y duro sobre el de ella, su verga ya erecta, presionando contra su nalga a través de la seda del camisón.
"Alexander..." susurró ella, con el sueño aún en la voz.
"Shhh..." le respondió él, su voz un gruñido bajo y lleno de deseo. "Hoy no hay ternura. Hoy te voy a coger como te mereces."
Y sin más preámbulos, con un movimiento brusco, le arrancó el camisón. La tela rasgó y Camila soltó un grito ahogado, una mezcla de sorpresa y excitación pura. La dio la vuelta y la puso a cuatro patas sobre las sábanas de seda. La posición era de sumisión, de poder, y a ella le encantó.
Se colocó detrás de ella, y sin preparación alguna, sin el juego de siempre, la penetró de un solo embestida, profunda y seca. Camila gritó, una mezcla de dolor y placer