Narrado por Mariano Hans:
Treinta minutos de trayecto. Treinta minutos de conversación superficial con una mujer que parece vivir en una burbuja de incienso y frases recicladas de redes sociales. Kiara habla sin parar. Me cuenta lo que le gustó de Londres, los parques, los escaparates de Harrods, los brunchs con flores en la mesa, y lo que le parece “fascinante” de los Emiratos: los centros comerciales, los hoteles con forma de vela, los halcones en los brazos de los jeques.
Fuimos a Londres para ver a mi hermana que estaba en estado de coma, por un accidente producido por Omar Hneidi, y aun así, ella tuvo tiempo de ver vanidades.
Yo asiento. Sonrío. Miro por la ventana. El cielo está ligeramente nublado, como si New York supiera que estoy a punto de entrar en la casa de los Hneidi. Treinta minutos que se sienten como tres horas. Cada palabra que Kiara pronuncia me confirma algo que ya intuía: su cabeza está vacía. No hay profundidad, no hay criterio, no hay nada que me haga pensar