Elise
El espejo me devuelve un rostro que no reconozco. Mi cabello está tirado, domado con una minuciosidad ajena a mi naturaleza, y mi piel empolvada esconde la palidez de mi noche en blanco. Cada detalle delata el esfuerzo por borrarme detrás de una fachada. No estoy aquí por mí. Estoy aquí para interpretar mi papel.
Apenas han pasado tres meses desde la primera vez que nos confesamos nuestros sentimientos. Solo tres meses, y ya me exponen así, adornada, celebrada, entregada a las miradas. Todo ha ido demasiado rápido, precipitado como una obra de teatro que se habría ensayado a la prisa. Lo sé, y aun así ya no tengo el poder de ralentizar.
En la habitación contigua, los ecos de voces, las risas, el martilleo de los tacones se mezclan con las órdenes breves del personal. La casa está en efervescencia. Ramos de flores saturan el aire con sus perfumes, los manteles blancos se extienden como sábanas fúnebres, y las copas dispuestas esperan que las llenen con burbujas ligeras para celeb