En la finca, parecía una noche cualquiera, no había motivos para creer que algo estuviera fuera de control. El aire húmedo golpeaba los árboles, todos en ese lugar dormían, solo los hombres que aseguraban la finca se mantenían despiertos, con rondas cada media hora, armas en sus manos, y la convicción de proteger a Blake y a los suyos.
En un momento de la noche, ese silencio se irrumpió, el motor de una camioneta qué era llevada a toda velocidad comenzó a pitar, las puertas de la finca se abrieron y esta camioneta entró de prisa, se trataba de Santiago y de Lorenzo, este último manejaba, paró frente a la puerta de la entrada, varios hombres llegaron al lugar, con las miradas agrandadas, tratando de resolver lo que pasaba dentro, sin poder ver a través de los cristales, Lorenzo abrió al fin la puerta.
—Ayúdenme de prisa —ordenó su voz estaba exaltada, al borde del colapso, su labios temblaban y su mirada parecía la de alguien perdido en el bosque a media noche.
Un hombre abrió la pu