Cada planta de vid comenzó a arder, el fuego arrasó de prisa, rodeando la finca, al menos treinta hombres aseguraban el edificio, el calor era intenso.
Lia y Estela Toscano, estaban amordazadas en el despacho de Blake y junto a ellas, un par de hombres con armas largas las custodiaban.
Santiago miraba con intensidad a Blake, mientras se aseguraba de que sus armas estuvieran cargadas. Ambos miraban el fuego abrasante desde el balcón, el mismo donde Cala, había intentado guardar el recuerdo del hombre que le hacía sentir el odio y el deseo más profundo jamás imaginable por ella.
—¿Imaginabas que esto terminaría así ? —preguntó Santiago, poniendo las manos sobre el barandal.
—No. Imaginé que sería peor —respondió con frialdad, mientras sus ojos se oscurecían.
—Están a punto de entrar —dijo Santiago, con algo de debilidad.
—Amigo mío, si este es el fin, cuida de Lorenzo —dijo Blake, aquellas palabras entraron profundamente en el espíritu de Santiago, y aunque trató de evitarlo, no p