En aquel palacio al que los hermanos Tattaglia le llamaban la “Finca” todo estaba bien organizado, cada detalle del día era administrado con precisión, dos mujeres se encargaban exclusivamente de la cocina, un par mas se encargaban de la limpieza de las habitaciones, y otra más para el resto, al menos dentro de la mansión.
Los jardines, el establo, los enormes criaderos de patos, y otras aves eran responsabilidad de al menos seis campesinos, al igual que las cosechas de uvas que producían el vino más especial, para ellos, un tinto, de nombre “Renard”.
Blake intentaba vivir de la forma más simple posible, la fachada de su Finca, sus negocios abiertamente sostenibles, ocultaban en las sombras, lo que realmente enriquecía a él y a sus hermanos.
El lavado de dinero, y el tráfico de armas era la insignia de los Tattaglia, pero al igual que cualquier héroe o villano, una vida con ese nivel, podría desencadenar en algo que mantenía a Blake y a su hermanos siempre alerta, el desprecio y la