Blake no era un tipo de escrúpulos, en situaciones específicas, podía ser cruel.
—¿Te gusta la mujer de Antonio? —preguntó Bruno sin un ápice de prudencia.
—Eres idiota, por supuesto que no, pero no es necesario martirizar a esa chica para conseguir mis objetivos, así que lo diré una sola vez más, Lorenzo te haces cargo de ella.
Pide a alguna empleada, que consiga ropa, y que la atienda como debe ser, no quiero que esa mujer se sienta más atormentada, de lo que seguro ya está —ordenó y Bruno se puso de pie.
—Sabes Blake, estoy cansado iré a recostarme, mañana tengo un día complicado —Dijo Bruno y caminó hasta la puerta —Sabes, es la primera vez que un prisionero goza de comida y agua caliente, asegúrate de que nadie lo sepa, o cualquiera vendrá a aquí por refugió —Bruno comenzó a carcajear y salió del despacho, Lorenzo bajó la mirada y se sentó en el mismo lugar donde segundos atrás lo había hecho Bruno.
Blake podría haberle ordenado qué se quedara, que se retractara de s