𝓙𝓾𝓷𝓽𝓸𝓼

Le entregué el recibo a Nicholas, quien tenía cara de te voy a coger tan duro que no podrás moverte en años.

Ese juego lo ganaría yo, así que nuevamente le dije:

—La vuelta, Nicholas, tengo que solucionar el problema de lo que está mojado en mí. Estoy desnuda y no quiero que me veas.

—¿A qué estás jugando? —preguntó, levantándose de la cama y dejando frente a mí la mejor vista que una mujer podría tener. Su pene estaba duro y grande, estaba tan excitada y mojada que solo quería montarme sobre él.

«Al carajo mi orgullo y miedo, el muy cabrón finalmente consiguió lo que quería, tenerme vuelta loca sin siquiera haberme tocado un pelo. Caí en mi propia trampa», pensé.

Siguió acercándose, hasta tener su boca muy cerca de la mía. Sus ágiles dedos rozaron mis pezones.

—Creo que tenemos que solucionar el problema de lo que está mojado. Partiendo por tu camisa —susurró, desabrochando uno a uno los botones.

Ese hombre sí que sabía jugar conmigo. No tenía palabras, ya que solo sentí a mi sexo
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