—Bonita... —jadeó, moviendose a ritimo ritmico y mirádome en todo momento.
Se apoyaba en las palmas de las manos, erguido lo suficiente para ver mi rostro y el placer en él, mientras arremetía sin descanso. Mi estomago ardía, todo mi cuerpo se quemaba hervía a altas temperaturas. Con la piel sudorosa, exhalé entre labios y alcé una mano a su rostro.
Delineé el contorno de su rostro, bajando por la mandibula y acercándome al pecho. La mano izquierda de Jonathan dejó la superficie del sofá y me sujetó mi muslo y lo elevó a su cintura, aferrándose a él. Jadeante, desplacé mis manos por su pecho, acariciando el definido abdomen. Las puntas de mis dedos fuerón más abajo, más y más, hasta la pelvis.
Y, con la mente convertida en un amasijo de excitación incontenible, alcé la cabeza y observé aquel lugar donde nuestros cuerpos se unían, donde impactaban y se volvían uno. Miré su largo miembro salir de mí y luego insertarse con un violento golpe.
Gimiendo como loca, dejé caer la cabeza y ens