Luna
El sol se filtraba por las cortinas de seda cuando Luna abrió los ojos. Habían pasado tres semanas desde el incidente, y su cuerpo ya no dolía como antes. Las marcas en sus muñecas habían desaparecido casi por completo, pero las cicatrices invisibles permanecían ahí, recordándole lo vulnerable que había sido.
Se incorporó lentamente en la cama y observó la habitación que Leonardo había insistido en redecorar para ella. Todo era nuevo: las cortinas, los muebles, incluso el colchón. Como si cambiando el entorno pudiera borrar lo sucedido. Pero Luna sabía que no era tan sencillo.
Tras ducharse, se vistió con ropa deportiva. Hoy comenzaba sus clases de defensa personal con Mateo, y nada ni nadie iba a impedírselo. Ni siquiera Leonardo, que había fruncido el ceño cuando ella lo mencionó durante la cena de anoche.
—Buenos días —saludó al entrar en la cocina, donde Leo preparaba el desayuno.
—¿Lista para convertirte en la próxima Black Widow? —bromeó su hermano, sirviéndole un batido de