Theodoros Xenakis pasó de ser un simple empleado a CEO de Mavros Technologies tras casarse con Nereida, la heredera de la familia. Sin embargo, después de tres años de matrimonio, su vida da un giro inesperado cuando Nereida fallece, dejándole toda su fortuna con una única condición: traer al mundo a su hijo mediante un vientre de alquiler. Penélope Clark, una mujer sin pasado, sin familia y sin apegos emocionales, trabaja en una clínica de gestación subrogada en California. Es seleccionada para la delicada tarea de llevar en su vientre al hijo de Theodoros. No obstante, lo que comienza como un trato profesional los llevará a descubrir el poder del amor y los misterios que conectan sus vidas.
Ler maisEl estruendo de la tempestad iluminó la sala de la mansión Mavros aquella fría noche de noviembre, revelando dos figuras en la penumbra. Los relámpagos destellaban a través de las ventanas, dejando ver el rostro pálido de Eryx y la mirada severa de su esposa, Callista.
—¿Qué has hecho, Eryx? —preguntó Callista con voz contenida sosteniendo una nota de deuda increíble.
Eryx, con el semblante desencajado, parecía un hombre acorralado, como si lo persiguiera una manada de lobos. El color había abandonado su rostro, y su cuerpo temblaba levemente.
—Lo siento, Callista, te juro que no fue mi intención —balbuceó mientras echaba una mirada nerviosa hacia la puerta, como si esperara que en cualquier momento la derribaran—. Intenté dejar el juego, pero fallé.
—¿De qué estás hablando? —Callista retrocedió un paso, alejándose de su esposo cuando intentó tomarle la mano.
Ellos no eran una pareja unida por amor, sino por un acuerdo comercial impuesto por su padre apenas unos meses antes de su muerte. Ella había aceptado sin resistencia, porque desde siempre había sabido cuál sería su destino como miembro de la poderosa familia Mavros.
Lo que nunca imaginó era que su esposo fuera un adicto al juego. Para cuando ella y su familia lo descubrieron, ya era demasiado tarde. Estaban casados con bienes mancomunados, atados el uno al otro hasta que la muerte los separara.
—Llevo meses jugando, Callista —confesó Eryx con voz quebrada—. Debo demasiado dinero. No sé cómo pagarles.
—¡Me prometiste que no volverías a esos casinos clandestinos, Eryx! —gritó Callista, alejándose aún más—. Juraste por la vida de nuestra hija que serías un hombre diferente, y te creí.
—Lo siento, esto es más fuerte que yo —sollozó Eryx, desgarrando la tela húmeda de su camisa, empapada por la lluvia—. Tienes que ayudarme a salir de esto. ¡Habla con tu hermano, pídele el dinero!
—No —la firmeza en su voz fue como una sentencia—. La última vez que le pedí a Antulio que te ayudara, le prometí que no volvería a hacerlo. No me dejas otra opción, Eryx.
—Callista, por favor... —su tono implorante era desesperado, pero ella no vaciló.
—Vamos a divorciarnos. Es hora de poner fin a nuestro matrimonio. A partir de hoy, cada uno seguirá su propio camino.
Eryx, en un arranque de pánico, se abalanzó sobre ella, tomándola con fuerza por los hombros.
—¡No lo entiendes! —su voz fue un susurro angustiado—. Van a matarnos si no les pago. Saben dónde vivimos, no van a dejarme ir.
El rugido de la tormenta resonaba sobre la ciudad de Atenas, como si anunciara el desastre que estaba a punto de desatarse. Las palabras de Eryx apenas habían salido de su boca cuando se escucharon los primeros disparos, acompañados por un estruendo que partió el cielo.
—¡Corre! —gritó él, con los ojos desorbitados por el miedo.
Callista se quedó paralizada por un segundo, pero ese breve instante fue suficiente para que todo se desmoronara. Vio cómo varios hombres irrumpían en la mansión, y uno de ellos disparó sin titubear, alcanzando a su esposo. Nunca antes en sus cortos veintitrés años había vivido algo tan aterrador, nunca había experimentado el miedo como en ese momento. Su esposo estaba muerto, y ahora toda su familia corría peligro.
Con el corazón latiendo con furia, Callista corrió escaleras arriba, apenas consciente de los disparos que resonaban a su alrededor. Al llegar al pasillo, se topó con su hermano Antulio, que bajaba armado, dispuesto a defender la casa.
—¡Corre! —le gritó ella, el pánico en su voz, pero Antulio no la escuchó. Determinado a protegerla, abrió fuego contra los intrusos.
Un disparo lo alcanzó, haciéndolo rodar por las escaleras, herido. Callista vio con horror cómo su mundo se desmoronaba por completo. La familia Mavros, tan poderosa y orgullosa, se estaba extinguiendo frente a sus ojos.
Ni siquiera tuvo tiempo de llegar a la cuna de su hija, su bebé, antes de que una bala atravesara su propio cuerpo. Cayó al suelo, sintiendo la sangre rodearla mientras la vida se le escapaba.
Los siguientes días pasaron en una bruma. Theo y Penélope esperaron ansiosos cada segundo que faltaba para la llegada de Elena. Cuando dieron la noticia a la familia de que esperaban una niña, Callista fue la más feliz al saber el nombre que habían elegido para ella.Se mostró tan feliz, que decidió regalarle una preciosa joya. Fénix y ella trabajaron con especial entusiasmo para tenerlo a tiempo. Se trataba de un precioso relicario muy parecido al que Penélope guardaba en su joyero, pero con pequeños diamantes que no solo lo hacían más especial sino más costoso.El dinero no era un problema para ellos, podían darse el lujo.En cuanto a Fénix, su relación con Alexis iba a paso de tortuga, pero eran pasos que le alimentaban la esperanza. Él trataba a Lily y a Dominick con mucho afecto y, de vez en cuando, les traía un pequeño y sencillo presente o los invitaba a tomarse un helado. Pequeñas cosas que iban conquistando cada vez más su corazón y ni mencionar a la familia Katsaro.Ellos ta
La familia celebró y brindó con té, la llegada del nuevo miembro de la familia Xenakis Galanis.Callista había deseado que su apellido continuara; sin embargo, no iba a negarle a Eryx la continuación del suyo. No había sido un excelente hombre y había faltado mucho para ser un buen esposo, aunque lo intentó. De lo que no podía quejarse o dudar, era el amor que sentía por Penélope.Eryx había amado a su hija con locura, cuando le dio la noticia de su embarazo. Él había reaccionado así, como lo hacía Theo. Quizá, si hubieran tenido tiempo, tal vez, si no se hubiera dejado seducir por el vicio del juego, todo sería diferente ahora. Lamentablemente, el vicio arruinó cualquier posibilidad.Los ojos de Callista se desviaron a Apolo, su esposo conversaba con Theo. Lo observó varios minutos y, como si él pudiera sentirla, le dedicó una mirada y una sonrisa cargada de disculpa.¿Cuánto tiempo iba a estar enojada con él? Lo que había ocultado no era cualquier cosa; no obstante, no podía negar
Callista se alejó de Apolo, cerró la puerta y dejó que sus lágrimas se derramaran libremente por sus mejillas. Le dolía hablarle de esa manera, pero no iba a suavizar las cosas. Su marido se había equivocado y ella tenía todo el maldito derecho de sentirse cómo se sentía.Con una mezcla de enojo y tristeza, se alejó de la biblioteca. No quería que nadie la viera en ese estado y le preguntara. No deseaba que nadie supiera lo que su marido había omitido.—Señora, Callista —la llamó Dione al verla caminar por el pasillo. Ella se limpió rápidamente las lágrimas.—¿Sí? —preguntó, respirando varias veces. Su voz había salido pastosa.—¿Se encuentra bien?—Sí, es solo que estoy emocionada por la boda de mi hija y de Theo. Mis hijos, ¿los has visto?Dione asintió.—Están dormidos en sus cunas junto a Antulio y Dominick, no he visto a la señorita Fénix, no debe de tardar —mencionó.Callista elevó una ceja.—¿Fénix no está con ellos?—No, no la he visto desde que la señora Fay y ella vinieron a
Theo empujó las caderas al escuchar las palabras de Penélope. Su boca se abrió y los dientes mordieron el hombro femenino. Él se quedó quieto, sintiendo cómo era apresado por la intimidad de su esposa.Penélope creyó por un momento que no la había escuchado, perdido en la bruma del placer.—Repite lo que acabas de decir —pidió. Su voz estaba cargada de emoción y sus ojos se habían cristalizado. Theo no abandonó el cálido interior de su mujer, esperando a que ella le respondiera. Deseando no haber escuchado mal.—Creo que estamos embarazados, Theo —susurró apretando las piernas cuando él se movió.El pene de Theo acarició su interior una última vez antes de deslizarse entre sus piernas.Penélope no supo cómo interpretar eso, ¿no le hacía feliz? ¿Era muy pronto? Las dudas empezaban a asaltarla y sin compasión, las preguntas empezaron a surgir como un río caudaloso.—Dijiste que… ¿Estamos esperando un bebé? —preguntó Theo cuando recuperó el habla.Penélope asintió.Theo la miró y sin dec
«¿Quieres ser mi novia?»La pregunta se repitió en la cabeza de Fénix, ella continuaba quieta como una estatua en la pista de baile. Sus ojos buscaron los azules de Alexis, estaba segura de que había escuchado mal. Seguramente, su subconsciente le estaba jugando una mala broma. No había manera de que un hombre como Alexis Katsaro se fijara en ella.Alexis se lamentó haber elegido ese momento para hacerle tremenda petición. Ni siquiera se conocían bien, pero se había saltado del proceso normal de un noviazgo. Tal vez, debería retractarse y pedirle conocerse primero.Él apartó el cuerpo de Fénix cuando una pareja pasó muy cerca de ella, la apretó contra su cuerpo y esperó de nuevo. Ella parecía haber perdido el habla.Fénix sintió un nudo en la garganta, quería responder, pero la presión que sentía le robaba la respiración. ¿Qué pasaba si Alexis malinterpretaba su silencio? Ella negó y respiró varias veces para tratar de encontrar su voz.—¿De verdad, me has preguntado si…? —Fénix no fu
Elián miró el cuerpo inerte de Cole Diamantis. Llegó justo a tiempo para evitar que el hombre se saliera con la suya y convirtiera la boda de Theo y Penélope en una tragedia. Lo había seguido por muchos meses, pero Cole era un hombre astuto y sabía cómo moverse en el bajo mundo. Tenía cada paso fríamente calculado; en realidad, nunca esperó que Cole tomara la misión personalmente.Sin embargo, se alegraba. Finalmente, había terminado con la cacería. Desde lo alto del edificio, Elián miró hacia el atrio de la iglesia y se alejó para evitar ser visto.—Limpien el lugar y no dejen rastro alguno —ordenó a sus hombres. No quería arriesgarse a llamar la atención de la policía. Aunque se había contactado con ellos y había contribuido en todo con la investigación hasta lograr que la cabeza de Cole Diamantis tuviera precio, no deseaba que su familia se viera involucrada en ninguna investigación.Elián no olvidaba el pasado de Esteban.—¿Qué haremos con el cuerpo? —preguntó uno de ellos. El hom
Último capítulo