THE RISE OF THE KINGDOM OF THE SUN
THE RISE OF THE KINGDOM OF THE SUN
Por: angiel_95
THE RISE OF THE KINGDOM OF THE SUN

Este libro es la quinta y ultima parte de la saga de Alfa King.

Este libro está en proceso y se actualizara semanalmente.

***

—¡¿Estás bien?! —Jess preguntó pasmada.

Gunnar cayó en el suelo lleno de nieve.

—Si, si… —el intento sonreír para que Jess no se preocupara—, solo es el desgaste mágico, he estado teletransportándome demasiado, no te preocupes.

Jess ayudó a Gunnar a ponerse de pie.

—Debemos darnos prisa —dijo Gunnar—, el alfa de esta manada nos espera.

Jess vio ante sí lo que parecía un pequeño pueblo en medio de la nada, con imponentes montañas alrededor cubiertas de nieve.

—¿Es aquí donde nadie nos encontrará?

—Es aquí donde estarás a salvo.

Seis años después….

La nieve hacía difícil caminar, el blanco cubría todos los árboles y el camino. Se sujetó mejor el abrigo, algo remendado y desgastado, pero la abrigaba bien. El frío soplaba en su rostro y el cielo se veía despejado a pesar de que había pronosticado una tormenta de nieve.

Tenía las manos entumecidas y cansadas. Pasaba demasiadas horas lavando platos en un restaurante de la ciudad. Después volvía a su comunidad en la parte trasera de una camioneta que transportaba alimentos a la manada. Eran dos horas de viaje en el frío glacial y eso la ponía de peor humor.

Sintió una punzada en la cabeza, una jaqueca le sacudió todo. Se masajeó la zona donde estaba la gran cicatriz que estaba cubierta por su cabello. La cicatriz era grande y estaba en medio de su cabeza. Como si alguien hubiera intentado rompérsela.

Se recompuso con rapidez, miró el cielo y después su reloj. Pronto anochecería y debía protegerse en su casa, porque en la noche solían salir depredadores del bosque y había toque de queda en la manada.

—¡Dantalian! —se adentró en el bosque maldiciendo al casi resbalarse—. ¡¿Dónde estás?!

—Vas a ahuyentar a las liebres mamá —escuchó una voz proveniente de arriba de ella—. He estado esperando que mis trampas atrapen una.

Ella posó su vista hacia la parte elevada del árbol que estaba frente a ella. Un niño le sonreía.

—¡Dantalian! —exclamó ella asustada—. ¡¿Cómo has subido ahí?!

—¿Escalando? —dijo él inclinando su cabeza como un cachorrito.

Ella se golpeó la frente frustrada, Dantalian como siempre, había aprendido a hacer algo por él solo. Algo que aún no debería hacer porque solo era un niño de cinco años.

—Amor por favor baja —lloriqueó la madre—, ya va a anochecer y tenemos que volver a casa.

Dantalian se lanzó sin previo aviso y su madre en un acto de desesperación se posicionó donde caería intentando sujetarlo.

Lo que ocasionó que lo atrapara, pero por la fuerza los dos cayeran sobre la nieve.

Dantalian empezó a reírse.

Ella lo iba a regañar, pero al escuchar la suave y dulce risa de su hijo, el corazón se le derritió y se rió junto a él.

Se levantaron y madre e hijo empezaron a caminar de la mano hacia la comunidad.

Dantalian empezaba hablarle de todo lo que había hecho en el día, el niño solía ser callado y serio con los demás, pero con su madre era un loro parlanchín. Solía reservarle sus sonrisas y su amabilidad sólo a ella.

Cada vez que se sentía cansada y harta, recordaba esa bonita sonrisa y su cuerpo se inyectaba de energía, recordando que su esfuerzo era solo y para su hijo.

Entraron en la manada traspasando la fachada de algunas cabañas. No podía quejarse, la manada era muy sobreprotectora y amable con ella. A pesar de haber sido una forastera que llegó dañada y embarazada hace ya unos seis años atrás. La acogieron como si fuera una más.

A pesar de no tener una marca y ser una madre soltera, le asignaron una pequeña y reconfortante cabaña para ella sola y su hijo. Solo les daban cabañas a las familias, pero le dieron una para ella y su bebé.

Su vida era tan pacífica y tranquila, debería estar más que agradecida.

Era una manada especial, apartada de la civilización humana, ellos eran esa clase de manada que vivían mayormente en forma lobuna. En un recóndito lugar de Alaska, alejados de casi todo.

Ella viviría más conforme si no fuera porque mientras más Dantalian crecía, más cosas necesitaba.

No era un niño normal como algunas madres le habían señalado. Se había desarrollado más rápido que los demás niños, la mayoría a su edad aún tenían dificultad para hablar mientras Dantalian hablaba con la propiedad de un niño que le doblaba la edad, aprendió a leer y escribir solo por algunos libros de la guardería, ya sumaba también, era más grande, más fuerte y muy autoritario incluso con niños de más edad que él.

Su amiga Wasilla, una mujer loba que tenía su cabaña enfrente a la suya y que solía cuidar de Dantalian cuando se iba a trabajar a la ciudad, tenía la teoría de que Dantalian era hijo de un alfa.

—Jess sé que no recuerdas nada de tu vida pasada —la señaló Wasilla—, pero estoy segura de que la razón de que Dantalian es notoriamente más desarrollado sea porque es hijo de un alfa, es evidente. Eres muy bonita, elegante y delicada a pesar de tener la cabeza rayada, seguramente pertenecías a una manada de importancia, te embarazaste del alfa y su mate te metió un hachazo en la cabeza para matarte por celos.

Ella solía asentir a todo lo que su amiga decía.

—Es buena teoría —asintió Jess mientras ayudaba a hacer queso de la leche de cabra —, lo único que me ha dicho Gunnar es que me salvó de una guerra de manadas y que estoy mucho mejor sin el padre de Dantalian.

—Ese hechicero embaucador —gruño Wasilla—, siempre me he preguntado si no te miente.

Jess llegó a la puerta de su cabaña junto a Dantalian, noto que todas las cabañas estaban cerradas y con las ventanas cubiertas. Hasta la cabaña de Wasilla.

 La luz natural del día empezaba a irse.

Así que tenía que apurarse y meterse a su cabaña con su hijo antes de que escuchase el aullido del alfa que indicaba que empezaba el toque de queda.

—¡Jess!

Ella se dio la vuelta justo cuando abría la puerta de su cabaña. Kenai, uno de sus amigos de la manada, venía con dos liebres muertas y una lonchera.

—Sabía que hoy iba a haber liebres en el bosque —Dantalian hizo un puchero—, pero mis trampas no atraparon ninguna.

Kenai sonrió y le sacudió el cabello a Dantalian.

—Tal vez no la pusiste muy bien —dijo Kenai—, otro día te enseño a colocar unas más acertadas ¿bien?

Dantalian asintió feliz, Kenai era de los pocos a los que Dantalian no trataba mal. Para ser un niño pequeño, era muy enojón y su cosa favorita era gruñirle a todo el mundo.

—¿Qué haces aquí Kenai? —preguntó Jess—. ¿Haces rondas hoy?

—No, hoy no me toca cuidar la manada en la noche, solo vine a traerte algo de carne —dijo Kenai levantando las liebres—. Y mi mamá te manda algo de sopa y pan.

—Kenai —Jess negó con la cabeza—, ya me dieron mi ración de carne de la semana.

—Estas son de mi ración, pero yo he casado y tengo carne fresca para el mes y carne seca para todo el año —Kenai se encogió de hombros—. Solo somos mi mamá y yo como ustedes, así que deja que te comparta algo ¿sí? De verdad, si cómo otra vez liebre, voy a vomitar.

—Mamá, acepta las liebres —dijo Dantalian con ojos vivaces—, es de mala educación rechazar un regalo.

Jess suspiro, aceptó las liebres y la lonchera. Sabía que era imposible negarle nada a Kenai y tampoco estaba en posición de hacerlo, sin lo que le habría traído, ella y Dantalian iban a cenar los restos de comida que pudo esconder del restaurante donde trabajaba.

Se despidió de su amigo con agradecimiento. Kenai era un joven de veinte años de la manada que tenía la función de cazador y vigilante. Aún no encontraba a su mate y vivía con su madre, su padre había muerto cuando él era un niño así que no lo recordaba.

Su madre tuvo afinidad con Jess porque se veía en la misma situación que ella había pasado. Así que conocía a Kenai desde hace varios años, desde que llegó a la manada. El problema con él era que Jess sabía que estaba enamorado de ella.

Y no quería instigar ese sentimiento, Gunnar el hechicero que la trajo a esa manada y que venía a visitarla algunos meses del año. Le explico que Jess tenía un mate, que era el padre de Dantalian, pero era un hombre lobo peligroso y que estaba a salvo lejos de él.

Así que no quería darle falsas esperanzas a Kenai, seguramente dentro de poco encontraría su propia mate y se olvidaría de ella.

Le sirvió la sopa y los panes a Dantalian mientras ella hacía un estofado con una de las liebres. Guardó los restos de comida que había traído del restaurante porque no estaba en posición de desperdiciar nada de comida.

No podría decir que se morían de hambre, era una manada que se preocupaba por todos sus miembros. Cada uno tenía una función en ella, Jess era recolectora. Iba al bosque en busca de raíces, setas y cualquier cosa comestible que pudiera encontrar. Y le daban una ración de comida semanalmente.

Sin embargo, mientras más crecía Dantalian, más cosas demandaba y más comía, varias veces Jess había tenido que pasar hambre para darle su ración a su hijo. Ella estaba sola, no tenía una pareja proveedora que cazara o vigilara. Así que ella tenía que ir a trabajar a la ciudad más cercana que estaba a varias horas de la manada. Más que nada para comprarle cosas que Dantalian necesitaba y que la manada no podía ofrecerle.

Como libros nuevos, medicina humana y otras cosas necesarias para un niño de su edad.

Era muy sacrificado, pero valía la pena.

Ella no tenía recuerdos de su vida pasada. No podía trabajar en nada más que en lavaplatos o mesera. No sabía si su nombre era su verdadero nombre, cuando era su cumpleaños o si había tenido otra familia. Según su amigo Gunnar, ella estuvo involucrada en una guerra de manadas, había sido herida de gravedad en la cabeza, causándole la pérdida de memoria.

Tuvo un mate que no la quería y que era muy peligroso, pero ella no había sido una santa. Al parecer ella había hecho mucho daño a varias personas que la buscaban para matarla. Gunnar apenas la había podido salvar y era lo mejor que ella se quedara en esa manada escondida.

Lo único que tenía en la vida era Dantalian, lo único a lo que podía aferrarse y por lo cual seguir luchando.

A veces sentía melancolía de pronto o se levantaba en la madrugada llorando. Extrañando algo que no recordaba.

Pero debía ser fuerte, su hijo la necesitaba, era todo lo que le importaba. Estaba viva de milagro y su hijo se había aferrado a su cuerpo a pesar de que terminó muy herida.

Dantalian era un milagro, su milagro.

Milagro que se había acabado toda la sopa y solo le dejo un pedazo de pan.

Terminó de cocinar el estofado y le sirvió a Dantalian, el cual empezó a devorarlo inmediatamente.

¿A dónde iba tanta comida?

—Cuando me transforme —hablo Dantalian bostezando—, voy a ser un gran cazador y te traeré mucha carne.

—¿Sí? —Jess le limpio la cara y lo cargo para llevarlo a la cama—. ¿Vas a traer muchas liebres?

—Y venado —dijo Dantalian mientras Jess lo cambiaba—, también iré a la universidad y te sacaré de este lugar mami.

Jess terminó de ponerle el pijama y lo arropo en su cama.

Dantalian tomó sus manos mirándolas, Jess las tenía algo maltratadas por lavar muchos platos y aun no se regeneraban del todo.

Para ser un niño pequeño, era lo suficientemente listo para notar las cosas a su alrededor.

—No tendrás que trabajar más —hablo Dantalian decidido—, yo te cuidare.

Jess sonrió perdiéndose en los preciosos y peculiares ojos grises de su hijo. Este los cerró poco después derrotado por el sueño. Miró a su hijo, sus hermosas y tupidas pestañas, su atractivo rostro, sus cejas gruesas que casi siempre mostraban un tierno ceño fruncido. Y ese sedoso cabello castaño oscuro.

No se parecía nada a ella, ni en lo físico ni en su manera de ser.  Jess supuso que su mate debía ser alguien atractivo para haber tenido un hijo así. También se preguntaba si Wasilla tenía razón, tal vez su mate era un especie de alfa, eso explicaría como Dantalian era tan autoritario para ser tan niño.

Le dio un beso en la frente y salió de su habitación.

Reviso otra vez haber cerrado bien las ventanas, que la puerta esté bien trancada poniendo una silla más como obstáculo por si acaso y puso más leña en la chimenea para mantenerlos calientes toda la noche.

Mañana era un nuevo día y era día de recolectar, así que llevaría a Dantalian con ella y sabía que se divertirían mucho.

Sonrío entrando a su cuarto con esperanza de que todo mejorara.

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