capitulo 40

Tras haber hablado con Diego, Alma se sintió un poco mejor. El peso en su pecho seguía presente, pero ya no era tan sofocante. El recuerdo de Marcos aún la perseguía, pero compartirlo con alguien la había hecho sentir menos sola. Esa noche, cuando la calma parecía regresar al refugio, Diego reunió a Alma, Aitana y Elías en la sala central, donde el fuego de la chimenea crepitaba suavemente.

—Necesitamos organizarnos —dijo Diego, con firmeza—. No podemos seguir esperando sin rumbo. Aún faltan dos guardianes.

—El cuarto y el sexto —dijo Alma, con un dejo de amargura—. Uno aún no ha despertado... y el otro... lo perdimos.

Elías bajó la mirada. Aitana apretó los labios con fuerza. La imagen de Marcos siendo alcanzado por aquella criatura más allá del sello seguía marcada en todos ellos. No había habido forma de salvarlo. Su grito, su valentía, su última mirada... seguían vivos en sus memorias.

—Si Marcos se sacrificó, no fue en vano —dijo Aitana, rompiendo el silencio—. Nos dio tiempo par
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