Capítulo: Herencia de Luz y Sombra

Tras volver la noche se cernía sobre el refugio como un manto espeso, pero en el pequeño claro donde Alma y Diego se sentaron, el aire era más liviano. La luz de una lámpara de aceite proyectaba sombras temblorosas sobre los árboles cercanos, y en medio del silencio del bosque, los recuerdos comenzaron a brotar como viejas heridas que necesitaban ser abiertas para sanar.

Alma miraba el símbolo que brillaba débilmente en su antebrazo, como si también estuviera de luto.

—No sé si alguna vez estaré lista para contar esto —dijo, con la voz trémula.

Diego asintió sin presionarla, sentándose frente a ella en el tronco caído que hacía de banco improvisado.

—Pero necesitás hacerlo —susurró él—. Por vos. Por Marcos.

Alma asintió. Sus ojos estaban rojos, no solo por el cansancio, sino por el dolor acumulado. Tragó saliva y comenzó:

—No fui elegida de la manera que muchos creen. No desperté un día con el símbolo brillando como una señal divina. Fue más... lento