*Perspectiva de Sasha mientras Diego no estaba*
Sasha se encontraba sentada cerca de la pequeña ventana del refugio, con una taza de té humeante entre las manos. La mañana había amanecido con una extraña calma, como si el bosque estuviera conteniendo la respiración. Desde ese rincón del mundo desgarrado, podía ver la neblina suspendida en el aire, y los árboles firmes como centinelas dormidos. Pero lo que más pesaba en su mente no era el mundo exterior, sino lo que habitaba en su interior.
Lara y Emilia dormían juntas, abrazadas, en el pequeño colchón que compartían desde que llegaron al refugio. Sasha las había arropado antes de que el sol se levantara del todo. Las miró por un largo rato, deseando que sus sueños fueran de lugares más cálidos y más seguros. Deseando que todavía pudieran vivir como niñas.
Pero esos días habían quedado atrás.
Pensó en Diego. En cómo cada día salía a enfrentarse a lo desconocido, cargando no solo con el deber de proteger a su familia, sino también con e