La Reina Vampiro es conocida en su mundo como la reina Helen, ella es una mujer hermosa, tiene más de 100 años de edad, es una vampira fuerte, poderosa, y sobre todo, hermosa y deseada por todos, pero nadie ha podido conquistar su corazón. Ella es una mujer fría y determinante, todo debido a su reinado, para ella, está prohibido enamorarse, y solo puede pensar en una cosa; en hacer la vida imposible de aquellos humanos que viven en conjunto con las criaturas más poderosas y mágicas que hayan podido existir. En esta historia, los humanos siguen siendo los enemigos de los vampiros y de los hombres lobos, los hombres lobo siguen siendo los enemigos legítimos de los vampiros, y su guerra se vive a diario en las profundidades del bosque de Oak. Por otro lado, Aren es el rey alfa de su manada de costa luna. En su primer año, todo fue un desastre, pues él no estaba preparado para asumir su cargo, sin embargo, tras la muerte de su padre, él tuvo que aceptar ser el rey alfa de su manada, de lo contrario, la maldición se cumpliría, y su manada se desintegraría y sus compañeros se verían obligados a aceptar ser los esclavos de la reina Helen mientras su mandato fuera en pie, y Aren, terminaría siendo de su pertenencia. Lo que ambos no saben, es que del amor al odio hay un solo paso, y entre guerras y guerras, un fuerte y poderoso amor sumergirá desde las profundidades de sus corazones, obligándolos a querer aceptar una realidad y de un destino imprevisto, y viéndose abstenidos a sufrir las consecuencias.
Leer másEra una noche fría de invierno, y allí estaba yo, sentada en mi trono, disfrutando de una velada única e inigualable. Aquella era una velada que era especial para mí, puesto que la bruja de mi reino, que era mi mejor amiga, Sanie, ella había conjurado un precioso hechizo en el que, al menos unas 30 personas, estaban dispuestas a hacer todo lo que yo quisiera que les ordenará hacer.
En ese momento, nos encontrábamos celebrando una fiesta de origen carnal, una fiesta en que la que mis súbditos humanos se tocaban entre ellos para darse mucho placer. Eran hombres y mujeres, especialmente, de piel blanca, todos con estatus social alto, a pesar de que eran humanos. Todos ellos vivían como reyes, por qué aunque yo era la reina vampiro, y ellos unos simples inmortales, ellos sabían que debían de llevar bien la fiesta para ser acreditores de todos sus beneficios, ese privilegio incluía el hecho de ser malditos por una bruja y ser obligados a hacer todo aquello que yo quisiera que hicieran dentro de mi castillo.
Mi sirvienta, Hanna, servía incontables copas de vino cada tiempo que pasaba, y me las entregaba a mí, por suerte, al ser un vampiro, mi sangre era irresistible al alcohol de estos licores y ninguno podía ser capaz de emborracharme como lo haría un humano así tan fácilmente con tan solo beber tres copas seguidas. A mi lado, estaba mi mejor amigo, Edward, mi cómplice de todas mis aventuras como vampira, y como reina. Así como yo, él disfrutaba de toda esta velada.
— Mi reina, siempre he sido un fiel admirador de cómo eres capaz de divertirte con quien quieras hacerlo. Sin recibir quejas ni reproches. Eres una vampira admirable. Me siento orgulloso de ti. ¿Lo sabes, verdad? — susurró Edward a mi oído sin quitar la mirada de lo que pasaba frente a nuestros ojos.
Sonreí con satisfacción al escucharlo.
— Mi querido, Edward. Gracias por tu comentario, es muy halagador, pero ¿No prefieres que hagamos otra cosa? No lo sé, tal vez podamos irnos a un lugar más privado… — ofrecí con una mirada perversa, la verdad era que yo ya estaba sintiéndome demasiado excitada como para no poder controlarlo. Si no lo hacía, las cosas iban a ponerse muy feas en el momento.
Gracias a que yo era vampiro, no solamente era capaz de leer la mente de los humanos, saber cuáles eran sus mayores deseos, y placeres en la vida, sino que también, era muy capaz de leer la mente de los vampiros más débiles, y parece que mi mejor amigo, era uno de aquellos vampiros débiles porque yo estaba leyendo lo que estaba él pensando en ese momento acerca de mi propuesta.
“Sí, mi reina. Iré con usted a donde se le plazca llevarme. Hágame lo que quiera hacerme, hágame el amor como si fuera una fiera, que aquí estoy para complacerla en todo”
Aquello era todo lo que yo necesitaba para saber que la fiesta de esta noche iba a ser más que espléndida. Entonces, como Sanie estaba sentada a mi lado, decidí acercarme a ella, y le hablé al oído para pedirle un favor; le pedí a Sanie que ella hipnotizara a todos los súbditos asistentes a la fiesta, y que con esa hipnosis, ella les pidiera a ellos que se mantuvieran firmes, quietos y atentos a todo lo que se encuentran haciendo en ese momento.
Sanie solo tuvo que pronunciar una palabra de nuestra lengua antigua para que mis súbditos obedecieran a mis órdenes. Esa palabra fue Nahum que en nuestro idioma significa permanencia a querer seguir haciendo lo que estás haciendo sin resistencia hasta que el brujo que te ha hechizado te permita ser libre de todo mal sin sufrir consecuencias.
Me retiré de la fiesta con Edward siguiendo con obediencia cada uno de mis pasos. Se sentía tan maravillosamente estupendo la idea de tener súbditos y vampiros rendidos ante mis pies que yo ya estaba sintiéndome mucho más poderosa de lo que ya era hasta incluso antes de que me apoderara de mi trono.
Edward y yo nos metimos dentro de una puerta que se refugia en medio de las paredes grises oscuras del castillo porque esta era negra. El pasillo era iluminado por antorchas que tenían fuego encendido a su más alto furor. El calor estaba siendo potente en ese sitio del castillo, pero yo lo soportaba porque mi piel se adecuaba muy bien a este tipo de clima, yo nunca sentía si había calor o frío, mi piel se mantiene a temperatura ambiente. Aunque los humanos que me tocaban la mano para saludarme siempre me decían que yo tenía la piel muy helada como si la hubiera metido dentro de un congelador y la hubiera dejado allí por horas sin sentir nada hasta que esta estuviera a punto de congelarse, lo cierto era que yo siempre me mantenía a temperatura ambiente.
Caminamos por el pasillo hasta que mi cuerpo me llevó instintivamente hasta una puerta, está a diferencia de las demás, era una puerta roja que se destacaba de todo lo oscuro que hay a su alrededor. Sin decir nada, Edward supo qué hacer; él sacó un juego de llaves que conservaba guardadas en un aro de metal, eran varias, porque cada una de ellas cumplía una función principal en el interior del castillo, aquellas funciones nada más las conocíamos era Edward, Sanie, las llaves y yo.
Edward escogió la llave correcta, la introdujo en la perilla y la puerta rápidamente respondió. Abriéndose de par en par, la puerta nos cedió el paso a Edward y a mí, entramos a la habitación, y una vez allí dentro, Edward cerró la puerta mientras le ponía seguro para querer asegurarse de que nadie fuera a ser capaz de querer abrir la puerta solo por pura curiosidad.
La habitación a la que hemos entrado se conocía como La habitación roja. Y para Edward y para mí, era nuestra habitación favorita del castillo, porque en ella, solíamos divertirnos mucho cuando queríamos privacidad.
— ¿Estás lista para el final perfecto de esta velada, mi reina?
Rodeo la habitación, hasta que finalmente llegó a acomodarme encima de la cama. Me acuesto encima de ella con sensualidad, provocando que la falda de terciopelo roja de mi vestido se alce un poco más de encima de mis rodillas, a punto de irse encima a mis caderas.
Dejo mis piernas descubiertas, y puedo ser una fiel testigo de cómo Edward se relamió los labios y no le quitó la mirada de encima a mis piernas mientras que las miraba con deseo insaciable.
— Ven aquí, mi querido, Edward. Esta será una de las mejores noches sexuales que hemos podido vivir nunca.
Edward sonrió con deseo, y se acercó hasta donde yo estaba, con lentitud y delicadeza se posó encima de mí, y sus labios inmediatamente se dedicaron a saborear los míos con mucha pasión, así como si pretendería querer comerlos de un dolo bocado, pero queriendo guardar un poco solo para el postre.
Entre jadeos y gemidos, Edward y yo estuvimos a nada de terminar rompiendo la cama de la fuerza bruta que usamos mientras que tuvimos sexo. Parecíamos un par de conejos que no se calmaban con el más mínimo roce. Todo se sentía como si ambos hubiésemos dejado de sentir tanto placer por mucho tiempo y ahora nuestro cuerpo pedía a gritos que lo hiciéramos sin parar hasta que no pudiéramos aguantar más.
— Edward, mi querido, Edward. Siempre lo diré; eres el mejor amante que cualquier mujer pueda desear meter a su cama. Haces el amor como si fueras un Dios griego caído de su templo — confesé mientras que intentaba calmar un poco mi agotada respiración.
Edward no respondió ante mi comentario, sin más, él se acercó a mis labios, y los besó.
Sin embargo, antes de que nuestro romanticismo pudiera continuar como debía, justo antes de que Aren pudiera haberme querido besar de nuevo, todo se vio interrumpido por un sonido que escuché que provenía desde la distancia más lejana, pero que gracias a mi oído de vampiro, pude distinguir muy bien de qué se trataba. Rápidamente, nos separamos de nuestro abrazo, y nuestras miradas se posaron sobre la puerta de entrada al lugar secreto. — ¿Has escuchado eso? — pregunté, mientras que mi oído se agudizaba para captar cualquier sonido que pudiera servirme para saber qué era lo que exactamente estaba ocurriendo afuera. Aren frunce el ceño, también sintiéndose muy alerta de todo. Pues parece ser que nuestra tarea de pasar desapercibidos ya había terminado. Parecía ser que la gente del pueblo se ha puesto de acuerdo entre ellos para habernos encontrado y así armarse de valor para venir a enfrentarnos de una vez por todas ante nuestro problema que ya nos ha encontrado. El susurro del vien
Entonces, la cueva se abrió ante nosotros, la luz de la luna se filtró entre las ramas de los árboles, dejándome ver entonces todo aquello que rodeaba el interior del lugar. Una suave brisa movía las hojas de los árboles, y así mismo lo hizo con mi cabello. Escucho que se forma una especie de susurro en el viento, y eso me generó una melodía muy tranquilizadora que había ayudado a que yo me sintiera segura y en confianza de estar allí. El lugar simplemente era muy sereno, y muy tranquilo, sin duda, este era el sitio perfecto para cualquiera que quisiera buscar un refugio en el que pudiera pensar con más claridad, lo podía hacer sin problema alguno porque no había nada ni nadie que lo pudiera interrumpir. — Wow, Aren, este lugar es increíble. Nunca me imaginé que existiera un rincón tan hermoso y apartado en medio del bosque. Nunca me imaginé que lo llegaría a conocer — le dije a Aren, sintiendo como la tensión que se recargaba sobre mi cuerpo empezaba ahora a disiparse por la paz y
Aren suspiró profundamente para así él tratar de tranquilizarse un poco y decidió tomar un sorbo de su copa para antes de responder. — Helen, de verdad, entiendo tu urgencia y tu desesperación por encontrar una solución ante este problema por el que estamos pasando ahora. Lo sé porque yo también me siento igual, quiero encontrar una solución, ya mismo porque no quiero permanecer por toda la vida viviendo como si fuera un recluso que ha escapado de prisión y que no quiere que lo encuentre, pero en serio, debemos de hallar la manera correcta de hacer las cosas, sin precipitaciones, sin tener que apurarnos en tomar decisiones a la ligera. ¿Entiendes lo que digo? — dijo Aren. Me recargué en el respaldo del sillón, y me crucé de piernas, mirando a Aren fijamente a los ojos. — ¿Entonces qué es lo que propones, Aren? En verdad, así cómo lo sabes, no tenemos mucho tiempo, y mientras más nos demoremos, más complicado será para nosotros encontrar un buen plan para hacerle descubrir la verdad
— No, Helen. Eso que planeas hacer está mal. ¿Es que acaso te has vuelto loca? De verdad, ¿Cómo estás pensando en ir a meterte con ese sujeto? — Aren insistió, sintiéndose muy enojado por lo que yo le proponía. — Aren, lo lamento, de verdad, créeme que esto no es algo que yo quiera hacer. Pero, no me queda más de otra, tengo que hacerlo. Es la única manera que encuentro de que este pueda hablar — dije a Aren, tratando de ser insistente con la decisión, pero no sin querer ser fastidiosa a tal punto de querer hacer enojarlo.— Reflexiona mejor las cosas, porque ni creas que voy a permitir que cometas esa locura. No te voy a apoyar con esto. ¿Entiendes? — dijo Aren con determinación, y volviendo a concentrarse a dar la vuelta para acercarse hasta la puerta de la habitación y retirarse de aquí, demostrándome que estaba muy enojado por mi decisión.— ¡Aren! ¡No te vayas así! — grité, pero ya era muy tarde, Aren se marchó y cerró la puerta de un portazo muy fuerte. Dejándome a mí allí, con
— Hola, Aren. Sí. Está todo bien, no tienes que preocuparte de nada. Gracias por el detalle, no esperaba encontrarme con este obsequio que me imagino, es de tu parte — le dije, mientras señalo con la mirada el ramo de flores y sigo cargando entre mis brazos al osito de peluche que me había encantado. Aren se acerca con una sonrisa tierna dibujada en su cara, y me regala un tierno beso en la mejilla sin pensarlo ni dos veces en siquiera haberlo hecho.— Me alegra que te haya gustado mucho, esperaba alegrarte un poco el día con este. Sé que las cosas están muy complicadas para todos, y con este detalle quiero que sepas que estoy aquí para ti, para lo que sea que necesites, no dudes en contar conmigo. Le sonrío y le miro con ojos de agradecimiento, mientras que sigo sosteniendo el peluche entre mis brazos, cargándolo cono si fuera un osito de verdad que era bebé y que necesitaba del cuidado de su madre mientras crecía y se convertía en un oso de verdad que pudiera sobrevivir por su pro
Luego de haber escuchado con atención las palabras frías de Edward, en medio de nosotros, se produjo un incómodo silencio del que ninguno de nosotros tuvo la valentía de impedir que sucediera. Las tensiones del momento se acumulan en el aire, y mi mente trabaja a toda velocidad para encontrar las palabras adecuadas que pudieran controlar la tensión de la inesperada situación, pues ahora a mis problemas se sumaba uno más. Pronto, decidí ganarle a Edward en ser yo la que primero rompería el silencio que nos acompañaba para así querer aclarar las cosas con él. — Edward, entiendo que te sientas preocupado y confundido. Pero todo lo que está ocurriendo es muy complejo de solucionar, y no deberías de apresurarte en juzgar acerca de la relación que tengamos Aren y yo en este momento. Además, debo ser sincera contigo, las cosas han cambiado, y la única manera que nos queda a todos de sobrellevarlas, es trabajar juntos en esto, apoyándonos mutuamente el uno con el otro por qué lo cierto es q
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