tras volver con los demás guardianes el día amaneció más oscuro de lo esperado, una ligera neblina cubría el horizonte, como una advertencia de lo que estaba por venir. Diego se encontraba en la sala, mirando las sombras que se alargaban a través de la ventana del refugio. Las palabras de Alma todavía resonaban en su mente. Sabía que la información que había recibido en sus visiones era crucial, pero aún quedaban muchas piezas por encajar. Había encontrado a tres de los seis guardianes, pero el cuarto… el cuarto estaba muerto.
“El cuarto está muerto” repetía la voz en su mente, como un eco lejano que no podía ignorar. Si el cuarto guardián estaba muerto, ¿qué significaba eso para el futuro? ¿Y si el sacrificio de ese cuarto guardián ya estaba escrito en los hilos del destino? Pero aún más importante: si no había despertado uno nuevo, ¿quién lo sustituiría? ¿Sería posible que el vacío dejara una grieta en el equilibrio de los guardianes?
Aitana, que había estado observando a Diego desd