capitulo 12

La lluvia negra empapaba sus rostros, dejando un rastro viscoso que no se secaba. No era agua. Era como si el cielo sangrara.

Diego alzó la vista. Las nubes giraban lentamente, formando un vórtice silencioso donde relámpagos sin luz parpadeaban como ojos abiertos. En lo profundo del cielo, algo se movía. No podía verlo con claridad, pero lo sentía: algo gigantesco, como una bestia dormida girando en sueños, empujando su aliento a través del velo rasgado.

—Tenemos que irnos de aquí —dijo Sasha, con la voz quebrada, la mirada fija en las sombras del bosque—. No podemos quedarnos.

Eugenia no respondió de inmediato. Tenía los ojos cerrados, las palmas apoyadas en el suelo, susurrando en un idioma que no era humano.

Lara y Emilia temblaban bajo una manta improvisada. A pesar del caos, no gritaban. Había un silencio extraño en ellas, como si el terror hubiera vaciado todo lo demás.

—El círculo está herido —murmuró Eugenia al fin—. Lo sostuvimos esta vez, pero ya no resiste. Si nos quedamos,
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