Como todas las mañanas, nos reunimos bien temprano en el despacho del alfa Jacking para organizar lo que vamos a hacer durante el día. Esta mañana, algo era distinto. Una enorme e inefable felicidad se reflejaba en mi rostro y no podía evitarlo. Sabía algo que los otros aún no habían descubierto, pero moría por decírselo.
Miré a Bennu y Amet, quienes ya estaban sentados frente al escritorio con expresiones curiosas pero relajadas. No lo pensé más. Carraspeé y sonreí antes de hablar.— ¡Buenos días, Amet! ¡Buenos días, Bennu! Díganme, ¿tienen la misma feliz noticia que tengo yo? —pregunté con emoción, casi dando un pequeño salto en el lugar.Me miraron extrañados, luego se miraron entre ellos. Amet fue el primero en responder.— Buenos días, Horacio. ¿A qué te re