Mis ojos se alzaron hacia el cielo oscuro. Las estrellas parecían apagadas, como si el cosmos supiera que algo estaba a punto de cambiar para siempre. Mi corazón latía con el peso de las palabras que no sabía cómo decirle. Isis aún me miraba expectante, mientras sus dedos cálidos se enlazaban con los míos, buscando un poco de estabilidad después de la tormenta.
—No, mi Luna. Los cachorros están bien —me apresuré a decir—. Ustedes pueden permanecer despiertas mientras les ceden el poder a los cachorros. Isis parpadeó, con desconcierto y una mirada interrogante. Se llevó una mano al vientre, acariciando a los cachorros. —¿Qué significa eso? —preguntó suavemente—. ¿En verdad podemos permanecer despiertas? Explícate mejor, mi Alfa. —Fácil. Cierren los ojos todas, t&ua