Amet levantó la vista del libro y me miró con calma, aunque sus labios se tensaron ligeramente antes de responder. Podía sentir cómo su preocupación se mezclaba con la responsabilidad que le pesaba. Era mi beta, mi confidente en muchas cosas, pero también sabía que este asunto era delicado.
—No es peligroso, mi Alfa —respondió con firmeza—. Ustedes tienen el poder de protegerlos. Conéctate con ellos, obtén energía de sus corazones, hasta que sientas que comienzan a latir al mismo tiempo y con la misma intensidad —hizo una pausa antes de continuar—. Entonces, devuélvanles toda la energía que les hayas quitado. Mi Luna, usted debe mantener su energía vital estable. No importa lo que sienta, debe mantenerla estable. ¿Entiende? Preocúpese de su cuerpo, no de los cachorros, pase lo que pase. —Pero..., ¿y si sien