Jacking se detuvo y giró ligeramente hacia nosotros. Su mirada reflejaba una certeza que me sorprendió. Todavía convertido en Alfa Supremo, repasaba todos los signos en la piedra. Sus manos comenzaron a moverse con precisión, trazando patrones sobre la roca. Parecía estar escribiendo una historia que solo él entendía.
Ante nuestros ojos, enterró su bastón frente a la puerta sagrada. Realizó unos conjuros y, al instante, la cueva se abrió. Entramos despacio, mirando asombrados cómo todo permanecía intacto. Todas las reliquias sagradas de los dioses estaban en el mismo lugar. En ese momento, me asombré al ver cómo una energía venía en mi dirección. El Alfa Supremo enseguida la interceptó. —¡Amet, esa energía sale de ese libro que hay allí! —me señaló enseguida. —&iexc