14. CONTINUACIÓN
Papá suelta un gruñido grave que hace que mi corazón salte. El aire a su alrededor parece vibrar con la fuerza de su rabia contenida, una rabia que no es solo suya, sino también la de Amón.
—¿Por qué me dices eso? —pregunto, asustada, con un hilo de voz.
—¡Hija, tú aceptaste al Alfa Supremo! ¡Tú aceptaste que él te marcara! Es decir, ¡tú aceptaste ser su Luna! —me reclama, y resuena como un trueno que hace eco en mi pecho.
—¡Sí, tú fuiste quien obligó a nuestro Alfa Supremo a marcarnos! ¡Él no quería hacerlo! —interviene Ast en mi mente, molesta, como siempre dispuesta a echar más leña al fuego.
—¡Cállate, Ast! ¡Tú estuviste de acuerdo! —le gruño mentalmente, frustrada, y le contesto a papá en voz alta—. ¡