Tomé aire profundamente mientras caminaba de un lado a otro por la cabaña. Mis pasos pesados resonaban sobre el piso de madera, mientras el Alfa Nicolás observaba cada detalle, cada movimiento, buscando alguna pista en el caos de mi mente. Solté una carcajada sarcástica.
—¿Un matrimonio normal? —dije, con una ironía que quemaba como ácido—. ¿Tienes idea, Nicolás, de lo que eso significa? ¡Ni siquiera recuerdo cómo es vivir como humana! El Alfa me miró con paciencia, aunque el fuego en sus ojos revelaba la lucha interna por mantener la calma. Sabía que perder el control ahora no nos beneficiaría, no cuando estábamos siendo cazados como presas. —Tendrás que recordarlo —respondió firmemente—. Si vamos a sobrevivir, necesitamos mezclarnos entre ellos. Ser invisibles. No somos estúpidos,